martes, 19 de diciembre de 2023

Visto y no visto

 
Al igual que aquel profeta de la biblia veía la tierra que su Dios desde el monte Nebo le señalaba, así, con los mismos dientes largos, decepción y rabia, contemplo yo ahora este trozo de huerta. Siento pena pensar que este lugar más pronto que tarde ya no será recreo para mi longeva mirada.

Mientras Yahvé le mostraba a su siervo aquella tierra rica en uvas, leche y miel, le decía: Una vez que la hayas visto morirás (Pentateuco). Para leche, la mala leche de un dios engañando a su fiel devoto: visto y no visto, la verás, pero no la catarás. Moisés contrariado, arrojó las tablas de la ley rompiéndolas contra el suelo.

No quisiera que a mí me pasara lo mismo: que mañana no pueda ver lo que he vivido. Durante más de veinte años he disfrutado como un cochino de las cosechas y dádivas de esta parcela de hortalizas y frutales que ahora tengo delante. Cual mujer parturienta, he gozado incluso el quebranto y los sudores de este pequeño edén, lugar fértil y apacible como aquellas otras tierras de Canaán que Dios le mostrara a Moisés.

Por eso esta mañana, hago una pequeña pausa eterna y me detengo en saborear lo que veo ahora y lo que no veré mañana para que nunca de mí se vaya este sentimiento y así poder regresar fiel siempre a ellos:

Veo dos gatos durmiendo plácidos al raso en el sillón de la terraza. La gallina acuclillada en el rincón de la cuadra, las matas de las habas resurgiendo de la escarcha. Contemplo a través del cristal de un sol invernal, tibio e indolente el respirar pausado y húmedo, vaporoso y emergente de cuatro caballones con sus patatas enterradas. Veo también las flores que mi nieta, hace ya varias primaveras, cortó para hacer coloretes y perfumes, y que aún huelen en mis narices, a pesar del tiempo, la distancia y sus dieciocho años recién cumplidos. ¿Seguirán siendo mañana tan olorosas y bellas? 

Veo el albaricoquero, el manzano y el nogal, despojados, con sus nuevos vestidos amarillos, recubiertos con esa belleza otoñal y triste que también tanto me encanta. Los cipreses del carril, sin a apenas doblegarse, siguen escoltando y dando abrigo a la pasiflora, a la madreselva, a los dompedros… ¿Se acordarán mañana los que por aquí vivan de podar las dos moreras, cuenco de mermeladas y sombra para los dulces desayunos? ¿Se les olvidará levantar el portillo y regar las tomateras y las calabazas? ¿Seguirán plantando las trece coles en memoria de las trece rosas republicanas? ¿Y quién se pondrá esa manta con la que yo en las tardes de frío cubría mis pies para cobijar mi soledad dormida? 

Mañana cuando yo no esté, los pájaros seguirán cantando sobre el pentagrama azul del cielo de la Huerta Arriba.

1 comentario:

  1. ¡Enternecedor!
    ¡Cómo agradece tu escritura sanadora mi endurecido y resquebrajado espíritu!

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