domingo, 5 de noviembre de 2023

La venganza de un sueño


 
Yukio Mishima cuenta en su libro Confesiones de una máscara que de pequeño quedó fascinado por la imagen de un hermoso caballero. Luego resultaría que ese hermoso caballero era una bella mujer. La realidad deshacedora del sueño le jugó una mala pasada, se vengó de lo que él tenía como cierto. Y esta frustración entre la realidad y lo que el novelista japonés vio a primera vista, es lo que a mí me llevó a sentir lo mismo, tras leer en Twitter la siguiente supuesta noticia:
La madrugada del sábado pasado un avión procedente del aeropuerto Internacional El de Arish (Egipto) con destino a Madrid realizó un aterrizaje forzoso en el aeropuerto de Marsella. Una pasajera de origen palestino en pleno vuelo gritó con todas sus fuerzas que se encontraba de parto. Y mientras bajaban a la mujer de la aeronave, 5 pasajeros saltaron a la pista tratando de escapar.
Los servicios médicos del aeropuerto se hicieron cargo de la mujer. El ginecólogo que atendió a la parturienta se quedó atónito. En lugar de ver un embrión queriendo salir de un vientre constreñido se encontró con el cuerpo sin cuerpo de un sueño frustrado:
No sé quién eres, sueño mío. No te conozco. Ni tan siquiera sé si existes. Pero aquella noche dormí contigo. Hicimos el amor hasta la madrugada sin que mi cuerpo se rozara con el tuyo. Y fui concebida por mi propia ilusión: ese gran deseo de verme lejos de mi patria en llamas, libre con los míos, en un país fértil y acogedor.
La pasajera luego sería acusada de provocar una maniobra de distracción, de fingir un parto, y así facilitar la huida en libertad de sus hermanos emigrantes. El letrado del alto tribunal, enseñando a la sala el postizo de un vientre hinchado por el sueño desinflado de alcanzar la tierra prometida, con voz de hierro exclamó:
¡Crimen falsi! He aquí la prueba del delito. El propósito de esta mujer fue engañar a los servicios de vigilancia, fieles guardianes de la realidad. Los sueños vacíos de consistencia y que ponen en peligro la seguridad del resto de los ciudadanos deben estar prohibidos y ser arrestados al igual que lo es un falsificador de moneda por atentar contra el tesoro dorado de la verdad.
Y de nuevo el fiscal escupió su anatema incomprensible, Crimen falsi, contra la cara de la pobre mujer encausada, que para sí en silencio rasgado por el llanto no paraba de preguntarse:
¿Acaso es un crimen quedarme embarazada de un sueño? ¡Toda una vida, nueve meses conviviendo con una esperanza, esa hermosa locura, ahora fallida, el vacío añorado de un parto malogrado, ver a judíos, árabes y cristianos en un solo pueblo hermanados! Se vengó de mí el sueño, y encima ahora me devuelven de nuevo a mi patria querida de la que todo el mundo imperialista se desentiende. Lleva razón este juez supremacista: en una tierra donde la ilusión y la esperanza son traicionados, los sueños deberían estar prohibidos de manera que nadie muriera desengañado.


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