jueves, 6 de julio de 2023

El alma del gato Chumin

 


Tomándome estoy una cerveza bajo este parral engalanador y sombreante, lugar preferido de mis vales y descansos tras las faenas agrícolas aquí en la huerta.

No estoy ni bien ni mal, ese estado tonto por el que la mayoría de los mortales pasamos sin darnos cuenta la mayor parte de nuestros días.

Junto a mí tengo a Chumin, me acompaña solícito el gato, besuqueando mis pies desnudos. De vez en cuando alza sus azulados ojos diciéndome con insinuación sedosa que tenga la bondad de pasar mi mano agradecida sobre su estilizado lomo de caricias sediento.

Insisten también las flores parpadeantes del multicolor dompedro con su policromatismo atrevido ante mi indiferente mirada. El peculiar aroma envolvente del hinojo reclama inútil la atención de mi olfato desinhibido. Todo lo que me rodea alardea luz, embrujo y vida: los verdes frutos del manzano, del mandarino y el nogal. Hasta las tristes nubes que sobre los cipreses se detienen cansadas en su recorrido hacia la sierra de Ricote me muestran su modesta altanería. Yo paso de nubes, de rasos, de flores y de gatos. También paso de la carnalidad turbia y embriagadora de esta tórrida mañana de verano que me confunde y aturde con sus empalagosos racimos de uva que cuelgan del parral donde alivio mi peonada jornalera de azadas y malezas.

Chumin con la elegancia tozuda de su incitación no cesa de lamer dulcemente el alma de mis pies sudorosos y desagradecidos. El gato comprende la inutilidad de su ruego. Deja pues de molestarme. Y pasa al plan B. Se desentiende de mí. Tiende todo su cuerpo remolón a medio metro de donde estoy sentado apurando mi cerveza con olivas. Y es entonces cuando me fijo en él, en su cuerpo explayado sobre la tierra a recaudo de una sombra refrescante. Y me detengo en el pulso rítmico de su plácida barriga. Y siento y noto su latir reposado como si fuera mi propia respiración. Los dos respiramos a la par como movidos por un mismo impulso. 

Y comprendo entonces que la vida es una, y que alienta tanto mi existencia como la de todos los seres del Universo: sus gentes, el crecer del hinojo, el luminoso tintineo de las hojas de la morera, el verde del manzano, del mandarino y el nogal, el canto triste del chorlito… Y entiendo, sin saber por qué ni cómo, que el pulso que mueve todo lo que en este mundo tiene vida es uno, solo y el mismo. Y que el alma del gato Chumin es la mía, la tuya y la de todos.

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