sábado, 17 de junio de 2023

Masoquismo político


 

Hileras de cipreses negros. Rizomas de cañas tozudas. Patógenos en ristra, aceites contaminados descienden desde El Chorrico hasta llegar al teatro de la Villa. Allí tiene lugar la investidura de la nueva corporación nacida de las elecciones últimas. Escenificación la llaman, (sin vergüenza alguna).

Frondosas tierras de la Vega Media, ¡Quién lo diría! Ayer preñadas del rojo de la flor, combinado en armonía con el morado posible hacia la búsqueda de una ciudad sostenible, fraterna y justa.

Hoy el sol no alumbra las calles del Sur, camino de la Muralla. Y en la misma Plaza del Mudem, enclave desde donde arrancan las ganas de esta ciudad por ser pueblo noble, gente sana, trabajadora y pan para todos…, una dama con su tocado de aros retorcidos, al contemplar la falaz comedía que allá arriba se representa, llora abrazada al mástil obrero de su chimenea apagada y sola. Y exclama, al igual que Borges lo hiciera un día:

Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos.
¿Acaso no sabía esta sabia mujer de Mulinat as-Sikka que sus hijos, al depositar sus votos en la urna, se erigían a ellos mismos en sus propios verdugos?

¡Ay mi pueblo! Nubes, sueños pasan de largo sobre la cabeza de la dama de Molina. Las nubes huyen horrorizadas. No quieren ser atrapadas por los apocalípticos vientos que se avecinan. Las nubes blancas son el alma de este pueblo, palomas que tendrán que buscar su dorado trigo en otros graneros más limpios y generosos.

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