viernes, 23 de abril de 2021

Día del Libro

 


Leo, y la suavidad y dulzura de la lectura me envuelve de tal manera que hasta me olvido de la trama de su novela.
Estas palabras dichas por una de las personas de la sala, en lugar de caer bien, sentaron fatal a quien, dentro de un ciclo de conferencias con motivo del Día del Libro, había sido invitado por la Concejalía de Cultura de la ciudad.

El escritor se limitó a decir:
Sus bellas palabras hacen que me sienta como un florero. Prefiero no comentar.
Sintiéndose humillado quien en ese momento tenía el uso de la palabra se atrevió a preguntar:
¿Entonces, qué hace usted aquí, a qué ha venido si rehuye nuestras preguntas?
Luego el escritor, después de disculparse, defendió su actitud de no hacer caso a lo que no tuviera que ver con el contenido de su obra:
No es que no sienta por mí ninguna estima. Todos aquellos que me adulan por mi forma de escribir, como lo hace usted ahora, tal vez no me quieran tanto. Buscan su propio beneplácito: sentirse bien haciéndome un cumplido. Pero sinceramente, (empinó sus hombros como dudando de su sinceridad), prefiero a los que me critican, más que a los que me aplauden. No quiero decir que no necesite de vez en cuando un poco de vaselina para seguir escribiendo. Pero si alguien tiene la honradez de decirme: “¡por ahí no vas bien!, tanta floritura en tu escribir no deja que los lectores nos demos cuenta de cuál es tu mensaje”, ¡ese sería un buen amigo! Alguien me dijo un día: “si continúas al lado de esos palmeros acabarás suicidándote, morirás de éxito, calcinado allá abajo en el infierno de tus fuegos fatuos.”
Luego el conferenciante, cual rezaba el título de su exposición, explicó a la sala su opinión sobre Contenido y forma en el texto literario. Finalmente acabó su charla con estas tres ideas-resumen:

1) La literatura como herramienta de comunicación. Textualmente: si mis palabras por algún motivo desvían al lector de lo que quiero transmitir, está claro que estoy lejos de haber cumplido mi propósito.

2) El eterno debate entre materia y forma. Ojalá allá donde la estética se encaminara, se hiciese a acompañar siempre de la ética, y que el cómo y el qué fuesen la misma cosa. La verdad, la bondad y la belleza deberían entrar en el mismo paquete.

3) Los libros no deberían narcotizar a los lectores, tampoco a sus escritores. Si el padre de familia se desentiende de pagar la hipoteca, si la madre pasa de dar el pecho a su bebé, si al muchacho se le olvida acudir a la cita con su chica… Si los lectores engatusados por el modo plateresco de su lectura, descuidan la defensa de los derechos… Ya saben aquello de que los árboles (la espesura) impiden ver el bosque.

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