lunes, 7 de diciembre de 2020

Solitario ciervo

 

                                    


Era sua vista sí dolce superba / ch’i’ lasciai per seguirla ogni lavoro
(Cancionero CXC. Francesco Petrarca)


Dicen que la timidez acurruca y entorna sus ojos, vergonzosa, por temor a verse no considerada. Dicen que la timidez tiene baja su autoestima, y sintiéndose poca cosa, se esconde tras el telón de su verdadera cara. Dicen que la timidez es una herramienta que para seducir utilizan los enamorados.

¿Es la timidez una mentira endiosada, o una verdad endiablada? La timidez, más que un engaño, es un bello y discreto arte para cautivar en sus redes al amado.

Primero, Laura aparentó no ser nada; pasó sus ojos esquivos delante de mí como si no me hubiera visto. Como se abre paso el gas invisible antes de convertirse en fuego.

Tampoco fui yo menos cauteloso. Nada más ver como removía con sus manos limpias, desnudas, brillantes, la masa de aquel bizcocho antes de meterlo para su cocción al horno, tuve que mirar para otro lado para que ella no se viera molesta por mi deseo de besar y relamer cada uno de sus dulces dedos untados de nata.
Era mirarla una visión tan dulce
que dejé toda cosa por seguirla;
como el avaro que al buscar tesoro
endulza los afanes con deleite. 
(Cancionero CXC. Francesco Petrarca) 
Me fascinó la timidez guardiana de su tan casta prenda. El rico se hace pobre; el docto, ignorante; el avaricioso, mecenas; y hasta Dios, en su tímida divinidad y esencia, se disfrazó de hombre para seducir al género humano.

Laura, la hija de la panadera, y yo, un habitual cliente del establecimiento, unimos nuestras vidas para siempre en un poema de sonetos enardecidos. Pasado un tiempo, no mucho, cada uno llegó a conocer todos los rincones del otro, su verso más dulce y escondido. La timidez por tanto ya no tuvo razón de ser. Nuestro amor dejó de ser necesario. Fue completamente libre, sin el arrebato obligado de la carne. Nos seguíamos queriendo. La llama del horno estaba viva, pero su lumbre prendía de otra manera. No todo es sexo en el amor.

Que nadie me toque -me dijo ella antes de morir, víctima de la peste. Al llegar la tarde, los rayos del sol languidecieron. Luego Laura desapareció bajo las aguas de mis ojos cansados, pero sin saciar todavía. Yo entonces caí en el río del olvido.


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