En estos días débiles de la Monarquía, leo a Josep Pla. El motivo no obedece a obstinación nacionalista alguna por mi parte. No soy quien para entrar en las causas del desprestigio actual de la Corona. Sinceramente, y con todos mis respetos, paso de la Casa Real. Su vigente bajón es de todos conocido, salvo por aquellos inmovilistas que se niegan, incrédulos, a ver en los vientos que se avecinan una forma nueva de elegir democráticamente al Jefe del Estado. Tengo que confesar que nunca acerté en mis predicciones políticas. Superfluo es por tanto abundar en tema tan manido y de viabilidad tan incierta, vistos los últimos pronunciamientos de los partidos llamados constitucionalistas.
Hojeo el libro Madrid. El advenimiento de la República, (publicado por El País. Clásico del siglo XX. 2003), por puro deleite. No está en mi ánimo levantar aún más los ánimos de tirios y troyanos, californios o marrajos, que bastante tenemos con la pandemia que nos ha caído. Primum vívere, deinde philosophari.
La misma mañana de la proclamación de la República, Josep Pla llega a Madrid como corresponsal de prensa. Es un observador directo de la instauración del nuevo régimen. Relata con estilo fresco y con su particular y discutible punto de vista los acontecimientos que conmueven la capital del Estado.
Giner de los Ríos está radiante, comenta Josep Pla. Según el director de la Institución Libre de Enseñanza, -añade el periodista- la instauración de la Repúbica está a la vuelta de la esquina. En el Consejo de ministros, presidido por Alfonso XIII, aparece la doble vara de medir: ¿Negociación o Resistencia? El rey ve con buenos ojos que Romanones converse con el Comité Republicano. Los reyes, en momentos de apuros, fueron tibios y precavidos, siempre partidarios de nadar y guardar la ropa. Tiempos aquellos, tiempos estos, parecen primos hermanos. Sé yo también de monarcas que se prestaron a ser investidos reyes por la gracia omnímoda de un dictador agonizante, o bien se avinieron a ser parlamentarios, (y hasta republicanos si se terciara), con tal de no perder, el color V.E.R.D.E, (Viva El Rey De España) de su linaje.
Si acaso, insisto, leo ahora a Pla, es llevado tan solo por un interés literario. Y es por esto que subrayo algunas frases que me cautivan de este autor:
La bandera del sueldo.
Zapatos de un lustre funerario.
En España pasa siempre lo mismo.
Lirismo casero: estofado de conejo de monte.
Misticismo monárquico.
El político para gobernar debe cambiar de sastre.
Los bidets han hecho mucho más por la República que todos los comités revolucionarios juntos.
La sagacidad, la ironía, la ocurrencia y el acierto de este nacionalista catalán en escoger palabras tan simples, pero de gran contenido y simbolismo, me fascina; así como también lo contrario: paso de él, por su insustancial veleidad descomprometida.
No seré yo quien quiera imponer una finalidad exclusiva a la literatura periodística, (si se puede llamar así a este este estilo de escribir). Pero pienso que cualquier expresión artística, (una crónica, una novela, un poema, un cuadro, una determinada música...), además de deleitar, debiera sobre todo levantar el ánimo y contribuir con su aportación a mejorar el mundo.
"Los reyes, en momentos de apuros, fueron tibios y precavidos, siempre partidarios de nadar y guardar la ropa". Tiempos difíciles nos han tocado, amigo Juan. Buen refugio el que nos has proporcionado citando a Pla. Que los hados te sean propicios.
ResponderEliminarY hablando de "refugio" bien sabrás, Mariano, la importancia que las cafeterías (los bares), tenían para Pla. Él decía que en ellos aprendía cosas que jamás en su vida le había enseñado la Universidad.
Eliminar