miércoles, 20 de mayo de 2020

Ovillejo



Cervantes me sorprendió un día, no por sus ocurrencias y aventuras sabidas, celebradas y prestas siempre a ser saboreadas de nuevo, sino por el artificio caprichoso de unos versos combinados de tal manera que, al margen de lo que decían, me causaron gran deleite y ganas de hacer yo lo mismo. Me refiero en concreto a los versos ¿Quién menoscaba mis bienes? de la Primera parte del Quijote. Cap. XXVII.

Desconsiderado, iluso y atrevido me puse pues a imitarle cual pretencioso papagayo. Me despreocupé, jitanjáforo aburrido y crucigramero, de ilaciones, razonamientos y significado alguno. Y esto fue lo que salió de mi plumífero pico de lorito tartajoso:

Qué fuertes son los ardores
de amores.
Tan grandes son nuestros duelos
por celos
que vamos haciendo a oscuras
locuras.

Así es como desventuras
sembramos con la pasión
viviendo al compás y al son
de amores, celos, locuras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario