martes, 15 de octubre de 2019

Silencio


Pepe Sanchez Ramos (In Memoriam. 19 febrero. 1999)


Llegando al Valle Perdido, a la derecha hay un camino asfaltado que llega hasta El Sequén. A unos cuantos kilómetros monte arriba, me encuentro con una vieja casa de forestales, camuflada en medio de una tranquila hondonada, que la hacen invisible y por ende deseada y envidiable. Sánchez Ramos y unos cuantos amigos hicieron de este cobertizo un lugar apacible y propicio para gozar del sabio silencio, que cual el romero florece oloroso a cada paso por estos montes a las faldas de la Cresta El Gallo.

En esta casa siempre hay gente. Unos vienen del Norte; otros del Sur; todos, de las frías estepas de su corazón ardiente y deseoso. Buscan lo que ni siquiera ellos saben. Vinieron aquí movidos por un percance, una llamada, una pérdida, un dolor, una visión. Cada cual va a su aire, sin quebrantar la armonía colectiva que a todos respetusosamente les une. Una estancia-habitación-central hace de comedor, biblioteca, taller y cocina. Alrededor de este núcleo habitable, perdidas entre los repliegues de la montaña, hay también dos o tres casitas de una sola habitación donde viven algunos visistantes mas exigentes. Otros incluso instalan su pequeña tienda de campaña en el anonimato cómplice de esta sierra.

Me recibe una antigua monja reparadora, oriunda de una pequeña isla del Pacífico, una tal Yaqueline, siempre sonriente, agradable, coloquial y cariñosa, trabajadora y disponible. Junto a ella, una perra grande, pacífica y vegetariana que mueve el rabo incesantemente, me da también la bienvenida. Yaqueline con su hospitalario y francés acento me dice que obre a mi modo, con entera libertad. Me recuerda además que al mediodía suelen comer todos juntos. Ella misma ha preparado unos macarrones. Me uno al grupo con lo poco que he traído, (fruta, ensalada y un tarro de almendras).

En el tablón de anuncios donde se recogen avisos, notas y comunicaciones, leo un texto escrito a mano con letra reposada y suelta como si de un manuscrito se tratara. Copio aquí su contenido íntegro. Su lectura, más que seguir yo describiendo las particularidades de esta Casa, dará cuenta exacta de cuál es su cometido:

Silencio:

Amigo, si estás en esta casa es porque eres persona silenciosa. Haber descubierto el silencio es camino de sabiduría.

Acompáñanos a quienes vivimos aquí por el camino del silencio.

El silencio no es fin. Callamos para permanecer totalmente atentos a Quien nos habita y habita cuanto existe. Callamos también para estar atentos a nosotros mismos, a todos los demás y a todo cuanto existe.

Habla en voz baja, cuando tengas que hablar. Así ayudas al silencio de todos.

Guardamos silencio mientras comemos para acoger adorativamente cuanto se nos regala para subsistir. Que tu comer sea reposado, sigue un ritmo acompasado con el comer de los demás.

También procuramos estar en silencio mientras trabajamos. Para estar del todo en lo que hacemos.

Cuando sales de la capilla o del salón de oración no salgas parloteando. Cuando se ha penetrado el Umbral del Misterio, uno queda como mudo.

Aprende en estos días que estás con nosotros a comunicarte con los demás desde el silencio pleno.

Si has salido con otro a charlar por la montaña suavizad vuestra voz o callad de nuevo cuando comenzáis a acercaros a la casa. Respeta con tu silencio la oración de los otros, o su tiempo de sueño o su rato de lectura.

Cuando te marches de la casa que tu despedida no sea ruidosa.

Deseamos que tu silencio no sea forzado, ni violento, ni superficial. Respetaremos tu nivel de silencio actual.

Te ofrecemos el gran campo del silencio. Vende todo para hacerte de él, porque en el fondo de este campo está el gran tesoro que andas buscando.

Después de comer, tumbado al repecho de una pequeña sombra, suaves ráfagas de aire fresco me sumergieron en un sopor apacible.

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