jueves, 13 de junio de 2019

Sentimientos arremolinados acerca del dudoso sentido de la vida




I

Rauda la estrella avanza,
plomo que al mar se lanza.
Somos Venus y Marte,
agua que muere y danza.

Barro de luz mezclado,
odio y pasión atado.
Vamos por un destino
dulce de amor agriado.

Piedra que es arrojada,
honda, fogón y azada,
arma sin punta y tino
torna desacertada.

Miles decenas llenas,
llenas de mucha nada,
forman como un suspiro
años de una mañana.

Qué prisa más temprana
lleva el alba cansada,
antes que cante el trino,
muerta en una emboscada.


II

No me esperéis, oh cielos,
luego cuando yo muera,
juro no ir a veros
aunque tu Dios quisiera.

Pienso quedarme quieto,
firme pisando tierra,
ver como en el majuelo
crece la sementera.

Y si un arcángel negro
quiere arrojarme fuera
tirándome al infierno
viento no habrá en la era.

Quiero seguir viviendo,
seguir quemando cera,
taparme en el invierno,
cantar en primavera.

Cogerlo por el tallo,
frenar al sol quisiera,
paralizar su rayo,
eternizar mi hoguera


III

Vino la muerte a verme
con su segur de plata,
quiso segar de cuajo
mi cuajarón del alma.

Dama de luz vestida,
luz que todo lo apagas,
a este cabo de vela
no has de clavar tu daga.

No cambiaré por gloria
plato de mis lentejas.
¡Déjame, bruja vieja!
apacentar mi historia

en el aquí de ahora.
Vale más una rosa
fresca que cien mil votos
llenos de nebulosa.

Creo sólo en el cielo,
cielo de aqueste infierno.
Limbo de edén eterno,
dioses, no quiero verlo. 


IV

No quiero ser viajero
que va a ninguna parte,
que quiero aquí quedarme
plantado en el terreno,

vivir y condenarme
por siempre en este encierro,
beber de este veneno,
de Dios inmunizarme.

Que sólo existe el tiempo,
y el tiempo es un momento
sin fondo, hueco, y dentro:
la inmensidad que siento.

Hambriento necesito
sembrar este presente
de dulce ayer marchito,
mañana inexistente.

Nací para vivir
y no para estar muerto.
Me quedo en este huerto
regando mi jardín. 


V

Morir para uno es vida;
la vida es muerte, ¿entonces
ya nadie sabe dónde
rehén la vida anida?

Y qué galimatías,
la muerte como anverso
del ser que llevo dentro:
un dios en su agonía.

En este mar de dudas
tan sólo una verdad:
que sólo la pregunta
es cierta y nada más.

No quiero más tormento,
sólo saber quien soy,
saber a dónde voy,
materia o pensamiento,

distinto de mi cuerpo,
eterno y duradero,
reposo y movimiento...
¡un bodrio es lo que soy! 


VI

Creció el mar en la hierba,
los peces en la tierra
nadaban a su aire;
el agua de la piedra

brotó pintando hogueras,
banderas, calaveras,
castillos de colores,
amores en hileras.

El fuego era un glaciar
de lava recubierto,
de hielo, y un desierto
con flores bellas dentro.

De noche era de día,
el hombre y la mujer
un cuerpo los unía.
Llegó el atardecer.

Siguió tan fresco el sol
tan joven y a placer,
no se llegó a poner.
De nuevo amaneció. 


VII

Me quedo, aquí me planto,
fundido con el árbol,
la tierra, con su manto,
el canto y con el llanto.

De aquí ya no me voy,
a mí nadie me mueve,
ni el fuego, ni la nieve,
me quedo con el hoy,

el pájaro y la tarde,
la tierna flor que abre
su miel para mi piel
de gozo que me arde.

No pienso doblegarme,
oh muerte, a tu azadón.
por más que a corazón
abierto me desangre.

Si al hoyo me arrojáis
no quiero agusanarme,
¡Por lo que más queráis,
aquí mismo dejadme! 


VIII

Paloma de mi carne,
le digo yo a la muerte
cuando ella viene a verme
odiosa en esta tarde.

Tu sangre es la pradera,
los lirios de este valle,
la hermosa enredadera
que sube por su talle.

¿Queréis que yo me crea
que el dios que me menea
mantiene y se recrea
mentira semejante?

¿Mi mente en otra mente,
mi alma en otra parte,
mi cuerpo indiferente,
y yo dejar matarme?

Que sea lo que sea.
No tengo escapatoria.
Mi única victoria
contar esta odisea.

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