viernes, 3 de mayo de 2019

Descansa en paz, vieja María




Descansa en paz, Vieja María, / descansa en paz, Vieja luchadora, / tus nietos todos vivirán la aurora, / Lo juro. (El Che) 

Una suave lluvia remoja el pequeño jardín de enfrente. Le preocupa al hombre, que ahora anda con su bicicleta al tajo, la yuca que plantó hace un mes. La colocó en el rellano de la escalera para que aliviara, de regreso a casa, su cansancio. De tanto subir y bajar los críos la echarán a perder. La pequeña palmera de la parte atrás ya la trocearon con sus instintivas correrías. Está ya casi seca y aburrida, desgreñada.

Un pájaro repicotea unos viejos trozos de pan reblandecidos por el agua. Parece haber tomado confianza la débil avecilla. Ni los gritos, ni los juegos de los niños, que andan ahora subidos por la valla que separa la calle del patio de la escuela, espantan al pequeño pajarillo. La serena observación de las cosas más sencillas, (el crecer de las plantas, el volar de los pájaros, el rebrote de la flor del hibisco, el agridulce aroma del césped, el frescor de la tierra mojada, la alegría de su mujer y los hijos, los mocos del niño de la vecina colgando alegres...), causan en su ánimo una gran tranquilidad que le da al hombre fuerza para seguir combatiendo. Aunque un no sé qué de vergüenza y flojera le entran de pensar en estas ñoñerías.

Recuerda ahora alguno de los rostros fornidos de sus compañeros albañiles, bragados, de ademanes serios, curtidos en la lucha por un convenio justo, en huelga por la readmisión de un amigo despedido. No se los imagina extasiados por la suave lluvia de este amanecer precioso. ¿Por qué no? Y le viene a la cabeza, mientras pedalea contento bajo la llovizna, camino del trabajo, aquellos versos del Che Guevara, (Vieja María). ¿Acaso no fue la poesía, cargada de futuro, la que al revolucionario le diera fuerza para entregar su vida por los pueblos oprimidos?

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