lunes, 17 de septiembre de 2018

Moisés Libertador





El pueblo sufrido, pobre y sin futuro, pecador y acosado por tantas desgracias, piensa que la verdad y la justicia descenderán algún día sobre la tierra. Las expectativas tanto de la religión y la política como solución a los problemas del ser humano ¿tienen su base y origen en nuestra peculiar manera de ser?

La humanidad necesita de los milagros de un Moisés Libertador capaz de convertir en bastón una serpiente, transformar en nieve blanca una mano cubierta de lepra, dotar del don de lenguas a los primeros ministros de los Estados del mundo.

También los que no son pueblo, (los poderosos, las autoridades, los toreros y los clérigos), invocan a la Virgen y a sus Patronos para que éstos con sus dádivas consoliden sus Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades.

De lo contrario tantos unos como los otros se inventarían magias y supercherías que sustituirían esa su innata necesidad del milagro y la esperanza para seguir viviendo. Mantener el misterio, la utopía, el mesianismo, la ilusión y los sueños, frente a la dura realidad filosófica de la nada, ¿no será una práctica demagógica más? La misma poesía con la que el místico incomprendido se reviste de dáctilos y metáforas, ¿no será otra forma de sustituir a Dios por un poema? Al fin y al cabo, ¿no son ambos alegoría de lo mismo?


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