miércoles, 2 de agosto de 2017

A qué huele un ditirambo




Para qué quiere leer Platón Las siete reglas del Buen Verso de Cristiano Ronaldo, si el filósofo no quiere ser poeta. Odia al nuevo y renacido poeta lusitano por su misantropía y futlilidad. Lo detesta por su egolatrismo, irracionalidad y entropía, por no dar la cara a sus aficionados cuando pierde en la cancha del juzgado. Lo aborrece por su clavel encendido en el ojal de su chaqueta, por sus pajaritas de lunares, por sus puñetas de gemelos de plata, por sus bíceps de betún engominado.

Aunque eso sí, Platón se desvive, se desgañita y esgarra por los mismos gustos que el poeta. Ambos firman antologías, participan en certámenes, fuman yerba por las orejas, llenan ateneos y librerías. Recorren ágoras y avenidas con versos de amor subido, líricas soflamas como sudaderas. Se anuncian en las redes y, hasta en plazas de toros recitan versos de pie quebrado. Los semáforos de la ronda-centro declaman sus regates y estrofas a peatones, vehículos y mascotas. Los jugadores de la petanca, los alumnos de la escuela de baile, hasta los caballeros de la orden de los lanzadores de huesos de oliva llevan serigrafiado en sus dorsales los mejores hexámetros de Homero. Ya lo dijo Zuckerberg el siglo que viene será yotubero o no será.

Pero tanto Platón como el resto del círculo de poetas, (incluido Ronaldo) no han probado, no saben a qué huele un ditirambo. Será que ambos son del mismo club, el equipo del mercado. Dime lo que más odias y te diré cual es el mejor sueño que duermes.

El frontispicio del edificio de Hacienda saluda a los contribuyentes con la célebre frase de Quevedo Segundo: La cartera es la lengua del alma. Trastorno esquizoide de la poesía enlatada -llama Platón-, a esta manada tuitera que se extiende urbi et orbi corriendo tras el dinero desde la senectud hasta la infancia. A mayor glamour poético y negocio coplero, menor la enjundia de sus versos.

Nunca como hoy cantaron tanto los poetas, -repite Platón desde su cueva-, sin haber cantado nada. Según Platón, ser poeta en un mundo engañosamente racionalizado por la cultura de la pasta es una mierda. Los poetas, según el filósofo griego, dicen muchas cosas bellas, pero jamás llegan a comprenderlas.

Platón le dice esta noche después de cenar al futbolero:
Siendo yo un hombre tan dado a las soledades de las sombras, ¿por qué odiaré tanto a  poetas como tú, mi amigo Ronaldo?
Cristiano, que a la sazón escucha muy pegado a la rendija de la luz de la caverna, el foso de reptiles de la Agencia Tributaria, le contesta al filósofo de Grecia con una de Las siete reglas del Buen Verso de su autoría:
O que incomoda as pessoas é o meu brilho, insetos só atacam lâmpadas que brilham.

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