domingo, 21 de febrero de 2016

Me hubiese gustado ser fiscal





No quiero que os llevéis a engaño. Os lo diré bien claro desde el principio. No soy un detective, tampoco un fiscal, sólo soy un perro, un boxer. Ando al cuidado de una fábrica de conservas. Mi comida es sana y abundante: triturados y frituras caducadas de tomates y verduras. ¡Claro que echo de menos los despellejos de ternera con los que a mi vecina, una presumida foxterrier, la ceban los dueños del mesón que está justo al cruzar la carretera! Pero, gafes del oficio. ¡Qué le voy hacer! Una cosa lleva a la otra. Aunque eso no quita que, cuando huelo a gordo, me dé una vuelta por donde almuerzan las obreras... Casi siempre pillo algún que otro zancarrón.

Pero no desvariemos. A un perro, que ni puede hablar, y mucho menos escribir, no se le ocurre profanar una página en blanco sólo para comadrear acerca de la mejor y más saludable dieta para canes. Yo he venido aquí para otra cosa. Diréis que lo que voy a contaros es colateral, que mi obligación no es otra que mantener alejados de estos lugares a cualquier sabueso que se acerque por aquí. Pero el problema es grave; sino fuera así, no me tomaría la libertad de entrometerme donde no me llaman.

Perdonad, oigo pisadas, tengo que fruncir el ceño, ladrar fuerte, encarar mis fauces... No ha sido nada, un despistado. El pobre se las pira, patadas va dándose en el culo. No creáis que me apetece asustar así a la gente, y menos a éste que ni siquiera ha hecho nada. Pero..., guerra preventiva obliga, señores. Los neandertales con su ladrar licántropo, bien nos lo advirtieron: quien da primero, da dos veces.

Bueno, al grano, perdón, al hueso. Porque de eso trata, del hueso del jefe de esta empresa, un descarado imperialista de tomo y lomo que precisaría de toda una auditoría más grande que la del caso Gürtel. Eso será en otra ocasión. Hoy: a lo que urge y aquí me trae. No sé de números, no sé de letras, está mal decirlo, pero tengo unos ojos marrones que siempre miran al frente, no se me escapa nada, centro mi mirada con tal precisión que soy capaz de detectar el invisible rayo láser que hace mover las máquinas cerradoras, las puertas del garaje, la cinta transportadora, puedo, con tan sólo levantar un poco mis agudas orejas, olfateo el tenue filmar óptico de una cámara de vídeo.

El aseo de las trabajadoras es una de las dependencias más confortables y profilácticas de esta empresa: jabón a punto, secadora de manos, azulejos de primera, papel celulosa, pomos dorados, lavabo y ducha de porcelana.... ¡No me explico como en un ambiente tan desinfectado hayan tenido que colocar este artilugio! Dicen, que para eliminar gusarapos y cucarachas. Es lo que el jefe dice a la representante del comité de empresa. Pero eso es imposible. Lo sé muy bien, porque en mis horas libres me paso gran parte del día dormitando por los alrededores de este regalado recinto. A ningún perro se le escaparían, y menos a un boxer, insectos tan apetitosos. Este asqueroso voyeur bien sabe que no es así. Mi vista no me engaña, tampoco mi hocico. Lo que este obseso ha colocado encima de la puerta del baño, no es ni más ni menos que una micro-cámara oculta conectada a un pequeño monitor que tiene en su despacho para grabar y obscenamente deleitarse con las íntimas imágenes tomadas de sus empleadas.

Bueno, ya está todo dicho. Ahora falta que me ayudéis, para ver si entre todos podemos arreglar esto. Por favor, no delatarme. Mis almuerzos de zancarrones están en juego. Aunque, pensándolo bien, me da igual, tan sólo soy un perro, no me creerán. Os juro que, en ocasiones como ésta, me hubiese gustado ser fiscal.

1 comentario:

  1. Me encantó éste perrito tan simpático y observador..!!!! El tema es que a veces ponen las camaritas y te hacen creer que es por cuestiones de seguridad. Y cómo se llama éste bonito?

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