viernes, 22 de enero de 2016

La decadencia de la mentira






El desvaído amanecer de un 22 de enero sacudió las greñas de sus neuronas desmelenadas. Sebastian Melmoth vio entonces a Bosie, su amor aburrido, y dormido junto a su cama. Y nada más ver su somnoliento rostro afeado, se dijo a sí mismo:
¡No es posible! Me acosté enamorado y me despierto con el hombre equivocado.
Luego, parece ser que fue el poeta, aquel que un día contestara al gendarme de la aduana no tengo nada que declarar sino mi ingenio, quien dijo a Bosie:
Para seguir amándote, deberás permanecer siempre oculto, oculto y escondido en mi imaginación. Si me desvelas tu rostro, mi amor se desvanecerá al instante. Y al igual que seco queda el botijo tras la sudorosa faena de los segadores, así quedará mi corazón: vacío del agua sin mi deseo.
Y con ese deje melancólico que todos llevamos dentro, cuando ninguneados somos, se despertó Bosie malhumorado, y le dijo al autor de El Retrato de Dorian Gray:
¿Acaso el poder de tu imaginación puede ser más fuerte que la realidad del amor que yo anoche sentí por ti?
Y de nuevo el dandi ocioso y estrafalario, aquel que tenía todas las paredes de su dormitorio decoradas con plumas de pavo, insistió:
La vida, amigo Bosie, es lo que tú te inventes. Sólo la imaginación puede salvar nuestro amor de cada día. Y si acaso mis palabras no fueran suficientes para decirte que el amor necesita constantemente ser alimentado por el embuste de nuestra imaginación, escucha el comentario de Vivian en “La decadencia de la mentira”,  aquel otro texto que yo escribiera al modo socrático:
“Cuando contemplo un paisaje, me es imposible dejar de ver todos sus defectos. A pesar de lo cual, es una suerte para nosotros que la Naturaleza sea tan imperfecta, ya que en otro caso no existiría el Arte. El Arte es nuestra enérgica protesta, nuestro valiente esfuerzo para enseñar a la Naturaleza cuál es su verdadero lugar. En cuanto a eso de la infinita variedad de la Naturaleza, es un puro mito. La variedad no se puede encontrar en la Naturaleza misma, sino en la imaginación, en la fantasía, en la ceguera cultivada de quien la contempla. El amor para serlo necesita constantemente ser alimentado por el verdadero embuste de nuestra imaginación creadora."
Y al notar Sebastián en su amigo Bosie un cierto gesto desaprobatorio ante la palabra embuste, añadió:
¡O por favor, no te sientas engañado, querido! No tomes mis palabras por un desaire; al contrario, tan sólo pretendo con mis dulces mentiras avivar y engrandecer nuestro amor recurriendo al ingenio. Desconozco otro camino que no sea el de la bella mentira para seguir siendo amantes.

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