jueves, 17 de septiembre de 2015

El pino de la Luz




Antes de que yo naciera, él ya estaba allí. Era conocido por todos. Su emplazamiento y coyuntura, su firmeza y su quedada a nadie le resbalaba. Desde Beniaján a Torre Guil, desde Torreagüera a Sangonera, su presencia por todos era admirada. Su diáfana figura destacaba sobre aquel viejo y pobre monasterio de un dios de tercera regional. Atento como un guardagujas, un operador turístico, o como la gota roja de Google Maps sobre la calle nunca encontrada. Allí estaba siempre indicándome el dignus amore locus de Petronio, el mejor lugar para esparcir las cenizas de mis sueños al viento verde del corazón de la Cordillera Sur que en ese momento conmigo a la sazón llevaba. Buscaba yo un rincón feliz para esta sombra que no es mía.

¡Lo había visto tanta veces disfrazado de Hamlet, de Fausto, ...! Una de esas tardes calurosas que en la vega del Segura los ardores y las moscas se amontonan, lo vi hasta vestido de Antoñete Gálvez. Enzarzado estaba en aliviar la carga de prepotentes, políticos, capellanes y poderosos. Recuerdo ese día que salió al encuentro de D. Amancio Ortega, el segundo hombre más rico del planeta. Iba el de Zara, (igual no fuera éste, que a mi edad la vista me falla, y tal vez fuera Tomás Fuerte, Francisco Montoro, o uno de los nepotes de Valcárcel el Siso). Pero para el caso es lo mismo. Con sus casi setenta mil millones de euros debajo de las tablas de su asiento, iba encima de una tartana festoneada de orquídeas, ombligos de Venus, banderines de España y cebollas de otoño. Ebrio de amores y aromas, cantando iba aquello de Jara Carrillo: Besos de los labios que sienten anhelos.

El que siempre estuvo allí, con sus pies bien plantados en la orilla del camino y los brazos abiertos le hizo el alto al rico peregrino que a la sazón se dirigía, salmodiando himnos y alabanzas, al santuario a dar las gracias a La Virgen de la Fuensanta por triplicar beneficios y votos en su último ejercicio bursátil. Y oí al de la mirada en el cielo y pies clavados en tierra repetir al romero penitente aquellos versos de Machado:
Moneda que está en la mano
quizá se deba guardar;
la monedita del alma
se pierde si no se da.
Luego ya no entendí como terminó la arenga entre ellos, pero quiero recordar que el pino dijo como algo así al pobre opulento:
Mirame bien, buen hombre, como miran las águilas y los gatos: ¿tal vez alguna vez vio usted en su vida algo tan fuerte, ágil y esbelto que sólo se alimente de la luz y el aire, de la tierra y de la escasa lluvia que cae por estos andurriales?
Siempre creí que aquel eterno vigía de mis correrías por el Valle de los montes escarpados de la vida, era un ser domesticado, siempre sujeto al vaivén de los vientos y derrapes de ciclistas, senderistas, moteros de atajos, que en lugar de acortar distancias, alargan sus andanadas y sudores por Villa Pilar y el Charco. Pudiera ser que siempre estuviera allí, inmóvil, sin poder dar un paso; pero sumiso y domesticado yo nunca vi al árbol. Al contrario, cada vez que lo veía, me lo encontraba siempre libre, suelto, saltando por las nubes. Y lo que es más: a mí me hacía volar como lo hacían sus alas. Y enseguida yo llegaba por la ruta del relojero a lo más alto de la Cresta el Gallo.

Hoy vuelvo a subir por aquel mismo sendero de líquenes y mariposas muertas, de adolescencias y amnesias, por ver si tal vez encuentro luz para esta mi sombra ajena y tardía, fluidos de mis prontas cenizas. Pero el que siempre estuvo allí, hoy allí ya no estaba. Tan sólo, su cuerpo degollado, mutilado, sin sus manos, sin sus vientos, sin su cara, cascarón a la deriva por un mar de montes sin borregos ni pastores, sin teatinos, chicharras ni grillos, mochuelos ni grajas que le alegren el día.

Y al verlo tan abatido con su cuerpo allí descuartizado, sin rastro de lo que fueron sus copas y sus nidos, sus alas, transparencias y resoles, me siento como el Valle, también perdido. Y oigo que el pino de la Luz me dice con su susurrar revelador y agónico:
¿Por qué no dejas aquí mismo, amigo, a los pies de mis raíces el zarzo de tus cenizas? 

2 comentarios: