viernes, 14 de agosto de 2015

El Maremortis





Pasado mañana los periódicos del planeta darán la triste noticia del Maremortis. Había tenido yo conocimiento de este suceso, incluso antes de que se produjera. El Maremortis zarpó el viernes pasado de las costas de Libia.

Vosotros mismos, cuando dentro de dos días os enteréis de lo ocurrido, caeréis en la cuenta que es verdad lo que ahora os cuento. Y como yo temblaréis también de miedo como tiembla el moribundo ante su irremediable destino, como tiembla el pino cuando ve trepar la culebra por su tronco helado en busca de los huevos de sus ramas.

Martes, 10 de septiembre del 2028. Colegio San Roque de Molina. Es la hora del recreo. El cielo se escapa muy azul por encima del tejado del gimnasio. Bajo la dulce sombra del aroma de la mañana dos niñas, sentadas en el bordillo que protege el parterre de rosales de la parte posterior de las aulas del segundo pabellón, leen embebidas un pequeño libro. Esta zona es la más tranquila del extenso espacio donde los niños salen a comer su bocadillo. Como dos flores en sazón pegadas a un mismo tallo, estas dos criaturitas estrenan gozosas su recién aprendido leer. Sus ojos inocentes, limpios, como de luna llena, se asombran ante la magia de cada palabra que sale de su bocas. Sus suaves voces, vistoso papel de regalo, envuelve el tesoro escondido de una significación encubierta, enajenada, desconocida, misteriosa.
Decidme, ¿qué es lo que leéis con tanto interés? –les digo sin interrumpirlas demasiado.
Una de ellas, la de los ojos de luna llena, (la otra los tiene de azabache), no sabe que responder y se limita a señalarme con el dedo el epígrafe del capítulo que están leyendo. Me agacho y puedo ver para mi asombro lo que el diminuto índice de la niña me muestra. Es un pasaje del Apocalipsis de San Juan, precisamente el de la Rotura de los Siete Sellos. La niña como pitonisa de realidades ultraterrenales sigue leyendo, pero ahora sus palabras, más que de su tierna boca, salen del fondo de una cueva negra con aliento a huevos podridos:
Y cuando el Cordero abrió el cuarto sello... se presentó un caballo de color pálido. Y el que lo montaba tenía por nombre “Muerte” y le acompañaba el Hades.
Os confieso que frases tan serias en bocas tan felices me asustan. Hubiera preferido que estas dos niñas de segundo de Primaria jamás hubiesen aprendido a leer para que lo escrito no se cumpla. Rápido me libro de ellas, me separo lo más que puedo, pero sin poder conseguirlo, porque al momento vienen en mi busca y con ojos que ya no resplandecen como la luna, ni brillan como el azabache, me preguntan:
Maestro, ¿qué quiere decir Hades?
Es una palabra que antiguamente utilizaban los romanos -les respondo-,  para designar la morada de los muertos, lo que hoy nosotros entendemos por cementerio; pero, ¡por favor, niñas, dejad ese libro! ¡Ay si yo pudiera, cerraría para siempre esos siete sellos!
Lo que ocurrirá cuarenta y ocho horas después, frente a las playas de Malta, ya por vosotros es sabido: el hundimiento del Maremortis. El naufragio de inmigrantes más grande del siglo. En esta tragedia perecerán ahogados la totalidad de sus cuatro mil pasajeros, incluidos mujeres y niños. Oriundos de Argelia, Egipto, Somalia, Nigeria, Senegal, Malí, Zambia, Bangladesh, Ghana... huyen de las vacas del hambre, del ébola que llevan dentro, de los dioses de la guerra, de las llamas del infierno...

Y desde su balcón, Europa contempla el maricidio amurallando sus puertas. Nada nuevo bajo el sol. Más de lo mismo. De tanto mar, todo es una ola de agonías y llantos, donde no se aprecia ni la más mínima gota de agua.



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