viernes, 3 de abril de 2015

Muerte de la Palabra





Yo también me estoy volviendo loco, no sé si enterrarme o resucitarme. Estoy de atar y soy consonántica palabra herida que echa sangre por los lazos sueltos que llevo al viento, colmillos de fuego contra las rocas de la guarida de un Dios incomprensible, la poesía de un corazón estrangulado contra el gólgota babélico de un mundo perdido en el lenguaje. Y estoy aún más loco que Pilatos, que aún sabiendo de la inocencia, signo inefable que nadie entiende, miro para otro lado, velo el significado de la oración contemplativa y su sintaxis, el sentimiento, el dolor de la ausencia de concordancia alguna en el discurso sacro de la inmensidad de un verbo hecho carne, unívoca base de toda inmortalidad caduca, presencia o ausencia de la mismísima nada, -Nichts-, el dios como vacío.

Y así ya queda, con el cadáver de la palabra muerta, expedita la senda para que la sangre de la crucifixión de la palabra vino sea, y ya no necesite explicación, escritura, lectura, comentarios, reseña, ni otras inútiles literaturas que manchen la virginidad transparente de su sabor y aroma.


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