miércoles, 28 de enero de 2015

Lectura saludable





La lectura es para el hombre estar en paz consigo mismo. Reconciliación y reposo. Y cuando en el río de su mirada no fluye la tinta del láudano que calme su desasosiego, todo se tambalea. Todo lo que rodea a este hombre es ruido y guerra, desbarajuste, zozobra y ceguera.

El hombre es un tullido, sin sus lecturas se acaba el camino. Para ahuyentar desavenencias y desquicios que le dejen tranquilo, necesita un libro. Y aunque el contenido de su lectura fuese la batalla de los mil años y un día, el relincho de los heridos, los cañonazos del odio, los sables del sinsentido, los estertores de los muertos, no le soliviantarían lo más mínimo. Ya lo dijo Truman Capote: El mayor placer de la escritura no es el tema que trata, sino la música que hacen sus palabras.

De los libros que ahora hay en su mesa, dos son los que con más ahínco se disputan su lectura. Uno es de Pedro Páramo y el otro el Quijote de Cervantes. El hombre se decanta por Juan Rulfo. Y nada más sus ojos descubren el olor azul de las letras de miel derramada, aunque sepan a soledad, desarraigo y tristura, la bravura del sol, el apresuramiento, el desaire de su malhumor inquieto se amainan al momento.

Ahora el hombre se detiene en ese párrafo de nubes acrisoladas por la atemporalidad de los días bajo la sombra de las tumbas en el que Juan Preciado le pregunta a Dorotea:
¿Y tu alma? ¿Dónde crees que haya ido?
Dorotea se queja que el padre Rentería no quiere perdonarles sus pecados. Y cuenta a Juan Preciado que su alma estará por ahí buscando vivos que recen por ella. Dorotea cansada de remordimientos quiere morirse. Abre la boca y deja escapar su alma. Luego Dorotea sentirá caer en sus manos un hilito de sangre, el desgarre del alma al desgajarse de su corazón cansado.

Y este hilito, aunque de sangre y quejidos de muertos sean, son las letras que le devuelven al hombre el ánimo. Cierra el libro y se dice:
Sin leer yo no me veo. Soy un ciego. Y así viéndome sin ojos, me pregunto, si podré seguir contemplando la belleza. Si me dieran a elegir entre la vida y un libro, sin duda escogería el libro, pues pudiéndolo leer, fácil me sería recrear el mundo.

1 comentario:

  1. Que no nos falte nunca la lectura, Juan, y más si es de la altura de la que traes aquí.
    Un abrazo.

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