lunes, 8 de septiembre de 2014

Baladas al moral de la mañana




Aquella mañana los verdes límpidos de las hojas de las moreras le traen a Azulada una canción de Serrat: "Me gusta todo de ti". El cantautor se recrea con sensualidad aterciopelada en cada rincón de una muchacha: sus ojos, sus labios, su piel, el ombligo, los pezones, sus ingles, el lunar de su espalda... Y cuando, al fin, la melodía parece desbordar el corazón extasiado del trovador, un estrambote rompe el delirio del cantor con un Pero tú no. Tú no.

Blao coincide con Azulada y comenta:
No hay experiencia amorosa perfecta. Tanto por su brevedad como por su arrobamiento. No hay coito que cien años dure. En el corazón siempre queda un hueco que el amor jamás podrá colmar. ¡Ay si yo pudiera coger la cara de la más amorosa de las Afroditas, la imaginación de la mejor de las Aónides, el busto de la más lasciva de las Venus, el talento de la más inteligente de las Cleopatras..., modelaría la Dulcinea perfecta, esencia y substancia de la más pura belleza!
Tanto empalago literario indigesta las tragaderas de Azulada. Azulada  quiere que Blao ajuste su pensamiento a la realidad, que las palabras melindrosas de su negro escritor no se queden en agua de borrajas, que la letra de las canciones sean la vida misma. Si Azulada fuese capaz de ver la diafanidad sublime de las moreras, no necesitaría de la poesía para encumbrar su belleza. Para eso contrató a Blao, para que la hermosura transparente del verde de las moreras y sus palabras fueran siempre de la mano. Y le cuenta a Blao la siguiente historia:
Aquel viernes por la noche, después del trabajo, Calixto se da una buena ducha. Tras toda una semana en la cerámica harto de sudar el polvo asmático de ladrillos y tejas, su piel huele a jazmines El cuerpo limpio y descansado le pide juerga. Se coloca su mejor camisa de seda. Si este joven fuese Dios, elegiría una discoteca como lugar de destino. En la pista de baile se hermanaría con el resto del universo sin tener que sufrir las miradas de un mundo que le acusa del crimen que nunca cometió: su desfavorecido aspecto. La música, el ritmo, el movimiento, la penumbra misteriosa de las luces le abrirían las puertas del amor, esa chica que no tiene. Calixto es feo. Tal vez por eso su madre le puso Calixto, "el más bello". Su alma, luz nítida,  no casa con su cara, vieja y negra corteza de morera cuarteada.
Las muchachas lo ignoran. Le apodan "el chichones". Su cabeza apepinada. Su pescuezo, amazacotado a un tronco contrahecho, parece una patata aplastada por una piedra. Calixto es tímido. La sociedad con sus desplantes y rechazos lo ha convertido en un espantado. Dicen que es engreído. ¡Mentira!. Su orgullo aparente son sus defensas a tanto recelo y acoso sin motivo. Dadle a un fiscal dos rostros, uno afeado y otro agraciado, ambos sospechosos de un mismo crimen. El leguleyo señalará culpable al maltrecho, como si hermosura y bondad fuesen sinónimos. 
Según el gorila, el joven no lleva la indumentaria adecuada para entrar en la discoteca. No importa que su cuerpo huela a fresas, ni que su camisa sea de seda. El "puertas" mira su cara, los abejorros abultados de su frente le mosquean Después mira sus pies: Imposible, colega, me gusta todo de ti; pero aquí está prohibido entrar con esas sandalias de mierda que llevas. 
Ningún problema -dice Calixto al canto. Se quita allí mismo el calzado y sus calcetines a rayas. Y en piernas, ante el espasmo de todos, traspasa el hall de la discoteca.
Un puñetazo del cancerbero bastó para dejar a Calixto muerto en el suelo.
Blao, después de escuchar el relato, le dice a Azulada:
Deberías haber escogido un final más alegre, por ejemplo el triunfo de la fealdad del malogrado joven sobre la brutalidad del energúmeno cancerbero.
Llevas razón, mi negro, pero el hecho ocurrió tal como lo he contado. Luego tú lo escribes como te dé la gana. Y si quieres le cantas. luego, baladas al moral de la mañana.

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