miércoles, 30 de julio de 2014

No todos los antifranquistas son honrados




                        


No todos los antifranquistas son honrados.

El pasaporte, la credencial de demócrata no es suficiente para franquear las grandes avenidas de la dignidad y la decencia.

Conocí yo a un joven nacionalista catalán por los años 70 en los hornos de París, la Platajunta, y demás conferencias internacionales donde se precocinaba la salida del Ancien Régime, los estatutos de Autonomía, la libertades sindicales. Este tal Jordi, además de pasar sus años de cárcel por luchar contra la Dictadura, llegó luego hasta Honorable. Durante los últimos años, años de transaparencia y demás decálogos solapados de buena conducta, mantuvo en secreto y a buen recaudo, y bien guardada y envuelta en las franjas de la senyera, su dudosa fortuna. Y hoy por fin confiesa haber robado al fisco la tira de millones.

No soy nadie para hacer un llamamiento a todos aquellos que se sirvieron de sus ideales democráticos para medrar y colocarse luego al amparo de la recién estrenada Constitución del 78, a la sombra de los poderes financieros, bajo el palio del credo intocable de su combatividad probada.

Pero, frente a la cultura de la corrupción y el pelotazo, epidemia por la que invadidos hemos sido en estos últimos tiempos, sería honroso, y además justo, que todos aquellos Viriatos, Recaredos, don Rodrigos y otros padres de la patria, constitucionalistas, predemocráticos, sindicalistas, activistas, excombatientes, monárquicos y republicanos, en un gesto de inmolación política, levantáramos entre todos una gran pira con nuestras prebendas y privilegios, gastos de representación, honorarios, colocaciones y sueldos derivados de nuestros servicios al Estado. Las llamas purificadoras de esta hoguera, símbolo loable y contrito, dejarían el cielo del avenir claro y expedito, encendidos senderos de utopías posibles, en manos de corazones jóvenes, buenos, valientes y comprometidos.

Y así, antes de morir, tiempo hábil, momento oportuno y dado para reconciliaciones, disculpas, confesiones, confianza y perdones, restituyamos todo aquello que ganamos a costa de nuestra honradez política, aquella militancia, ayer probada, pero hoy puesta en duda. Es la hora del relevo. Pasar factura por ser honrado, no parece muy honrado.


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