jueves, 17 de julio de 2014

La gallinica ciega


Je fais souvent ce rêve étrange et pénétrant
D'une femme inconnue, et que j'aime, et qui m'aime,
Et qui n'est, chaque fois, ni tout à fait la même
Ni tout à fait une autre, et m'aime et me comprend.
          Paul Verlaine. Mon rêve familier (Poèmes saturniens, 1866)

Se me ocurre una idea; y al momento me pongo a escribir sobre ella. Pero no hay manera. Cada vez que lo intento, envuelto me veo en otro tema del que yo intención no tenía.

Basta con poner en el papel la primera palabra, para que ésta, sin yo quererlo, me lleve a otra; y esta otra, a la de más allá; y la de más allá, siempre a ti me lleva. Y yo pensaba que ya estaba todo escrito antes de que yo lo escribiera. Y resultó que la combinación autónoma de las palabras me llevaron a escribir algo, no sólo grato a mi voluntad, sino fuera de mi alcance. El conjunto ordenado de las palabras me hicieron casi tocar lo inexplorado, algo nuevo, pero nunca pude palpar tu cuerpo.

Creí que nada quedaba sin ser bautizado. Todo lo creado tenía un nombre, su palabra ajustada.

Hasta que apareciste tu a quien yo no conocía. Y fueron las palabras las que, como en el juego de la gallinica ciega, me llevaron hasta tu cara, otra historia, una nueva creación, otro sueño, otros labios, otra cama. Y me quité la venda de las palabras. Abrí los ojos. Allí estabas tú. Pero como las palabras, ya te habías ido. Sigo huérfano. Contigo, pero sin ti.

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