jueves, 14 de noviembre de 2013

No conozco los nombres



Hoy he sentido la vida correr por tu cuerpo; lo mismo que cuando huelo una flor, o el olor del café, o el agridulce sabor a naranja que inunda la piel de mis manos; y este aroma perdura luego hasta la noche, cuando los dos acostados, al roce con tu carne, aún más se aviva y enciende. Hoy he sentido el respirar sosegado de la vida, apretado contra tu vientre ardiente.

Y no hablo de la vida en abstracto. Hablo en concreto de tu boca, de mis labios duros que se comen tu lengua. La vida en abstracto es una albarda vacía sobre un burro muerto. Las palabras abstractas como las estadísticas del gobierno, empaquetadas de a dos en las estanterías del cielo, están amañadas. Las palabras abstractas no dan de comer, y aunque bajen las tasas del paro, no dan empleo. Ya lo decía André Maurois: Con palabras abstractas puede probarse todo, pero nada puede hacerse.

La vida es oír crujir una hoja, ver pasar el viento, es el lento despertar de la aurora. La vida es tocar tu oreja y ver como se abren tus carnes. La vida es mirar las lechugas cubiertas de rocío en los humildes puestos que los huertanos muestran los sábados a los lugareños. Ver sus caras tostadas por el frío y notar en sus manos, al ir a pagarles, la recia y noble dureza de sus penas y alegrías, sus querencias, el sinsabor de la cosecha enmarañada por el pulgón, la araña roja, la rosquilla y la tormenta. La vida es el ladrido de un perro que allá en la lejanía marca como la aguda campana del tiempo los toques de la infinitud perdida. La vida es ver en esta tarde como una mariposa cualquiera saluda a la luna encima de la hoja de un limonero, aún acristalada por la reciente lluvia de la mañana.

Pero, ¿quién soy yo para ponerle nombre a la vida, si como dice Ángel Ferrer, (un amigo mio de Barricadas), si ni siquiera conozco los nombres?

1 comentario:

  1. Para ti quisieras
    la piel de alas de mariposa
    durante el perpendicular sol
    de las tardes de verano

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