sábado, 9 de noviembre de 2013

Carta de amor supuesto




Señorita Angelines de Blas:

No puedo por más tiempo permanecer callado ante las innumerables cartas de amor que durante más de cuatro años he recibido de usted equivocadamente.

No es el agradecimiento el que me lleva a contestarle. Es su impertérrita locura. Perdón por mi crudeza, señorita de Blas. Desde el principio quiero serle sincero. Hasta hoy pensé que mi silencio era la mejor manera de contribuir a su salud mental. El dar pábulo a su quimera hubiera servido para alimentar más aún su paranoia. Pero es tanta la insistencia de sus continuas cartas de amor sentido, que obligado estoy a decirle: ¡por favor, déjeme tranquilo, y no vuelva a escribirme ni una epístola más! A este paso, ya no es usted, con su personalidad dividida y esquizofrénica, la que está enferma, sino que seré yo el enfermo prisionero de su terrible delirio.

He llegado al límite. No me soporto más como persona inventada, pura entelequia de su imaginación perturbada. El que una chica como usted, con sentimientos tan a flor de piel, no encuentre a nadie que la quiera, no le da derecho a crearse para si un amante imaginario, ni a escribir cartas de amor a diestro y siniestro a un joven que ni siquiera conoce. Escogerme como chivo espiatorio de sus fantasmas enamoradizos y no satisfechos no le dará resultado. Usted sabe por propia experiencia, que esta situación en la que los dos nos encontramos, perdidos en un mundo de sombras, mentiras enamoradas, no solamente es muy dolorosa, sino que es un pozo sin fondo de miedos y desatinos insufribles.

Al principio creí que no era yo, (como es cierto), a quien usted realmente escribía sus cartas. Y me dejé halagar supuestamente por ese mutuo y fatuo engaño de ser amado por una chica improbable. No ser yo el destino de sus requiebros me daba lo mismo. Así como me daba igual, que usted fuera la remitente inexistente de esos mensajes de amor equivocado. Pues en cualquiera de estos dos supuestos en los que me encontrara, reconozco que me proporcionaba subidos trances de amor inmerecido. Tal vez esta haya sido la razón de demorar casi un lustro el contestarle, o lo que es lo mismo, dejar que me perturbara tanto su amor infinito con dirección equivocada y al mismo tiempo, ¡qué contrasentido!  tan acertado y bien venido.

Debiera usted por su parte, Angelines, dirigir sus cartas a ese lado desconocido de usted misma. Yo no soy el colchón en el que usted pueda endulzar su acobardada lascivia. Debe ser valiente, señorita de Blas, y afrontar el desamor con entereza y como camino hacia la virtud más sublime. El amor exento de todo deseo será su mayor felicidad. Y sepa, que si nadie es digno de amarla, no debe usted por eso inventarse un novio fantasma. Que es mejor quedarse para vestir santos, que no enmaridada con un esposo calavera y fabulado como yo. Señorita de Blas, nadie escribe a nadie, ni siquiera a si mismo, a no ser un desquiciado. Para eso ya están los diarios íntimos, ese eficaz detonador robótico que hace que nuestros sentimientos no nos revienten por dentro.

Y por último, señorita Angelines, vous m'avez blessé d'amour, que diría Verlaine. No caiga usted en el mismo error que cometí yo ayer, cuando me encontraron sin vida en el rellano de la escalera. Aunque, al ser yo, (y también usted), personaje ilusorio de un mismo proyecto de amor baldío, a nadie perjudicaremos con nuestra desaparición suicida. Nadie llorará por nosostros.

Post Data:
No pude aguantar que mi madre me interceptara sus cartas, ni tampoco que nuestro amor fuese tan irreal como inconsistente. Ella no quería que yo siguiera alimentando un amor ficticio. Según ella, un amor equivocado, con dirección falsa, un amor supuesto como el nuestro, es si cabe más cruel y hace tanto daño como el amor verdadero.
Atentamente

2 comentarios:

  1. Que bueno, Juan, "un esposo fabulado y calavera"...Te imagino...Un abrazo.

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  2. Siempre resultan sorprendentes tus textos; éste no es una excepción. Me ha encantado.

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