miércoles, 23 de octubre de 2013

Pepe Tornel



El Mal ha desaparecido -dijiste lleno de emoción como quien milagrosamente es sanado por las aguas de la vida.

Luego yo, tocado también por la alegría de tan vital confidencia, te dije desde mi religiosidad más profana, mi alegría más fraterna:
Pepe, te soy  sincero. Creo en ti. No creo en los milagros.

Tampoco creo en la medicina como único camino para combatir la enfermedad. Creo en tu fuerza interior, sulfamida inequívoco para tratar el mal que amenazó como un tsunami tu cuerpo caminante.
 
Pepe, si te soy sincero, no creo en los pronósticos ni en las estadísticas al servicio de verdades prefabricadas, educidas de laboratorios fríos y esterilizados. Creo en tu coraje, brazadas abiertas y confiadas de tu nadar por un mar de miedos, dolores y preguntas.
Pepe, si te soy sincero, creo que las exploraciones, los análisis, las radiografías, muestran tan sólo la anatomía, los líquidos de nuestro organismo; pero nuestro cuerpo no acaba en los índices del colesterol, ni en el número de hematocritos. En nuestro cuerpo anidan también los huevos de la utopía, el encantamiento ante el bello dormir de un niño. Yo no sé en que lugar del cuerpo se lava una herida, se perdona una ofensa, se siente el placer de un beso. Tampoco sé donde guardas tú esa fuerza con la que has vencido al mal. Pero sé que la tienes.

Pepe
 si te soy sincero, mi sinceridad ni mucho menos es la verdad. La verdad, al día de hoy, no sé donde está. Eso sí, la buscaré mientras viva. Ayúdanos, Pepe, a buscarla. Es nuestro destino.
Mi enfermedad es comparable con el símil de la viña, que se le cae la hoja en otoño -escribiste en aquel libro tuyo La fuerza de la esperanza. Y nada más estrenar esta estación del año, hace tan sólo tres semanas, como si presintieses el final, nos dijiste a modo de feliz despedida: Disfrutad del Otoño. Y nos mostraste los colores, las hogueras amarillas, los verdes encendidos, el oro sonoro de los chopos, el azul callado de las sombras de los troncos, tu esperanza inagotable en la futura y próspera cosecha. Y como respuesta inmediata te recordé los versos de aquel poeta chino:
Quiero que sepas, mi amor
que a pesar del melancólico otoño,
los sauces que has plantado en mi jardín,
siguen lozanos como antes.
Y al hilo de este poema, ayer tarde en tu sepelio pude oler el perfume de las flores que a lo largo de tu vida cultivaste por donde quiera pasaste.


1 comentario:

  1. Que bonico lo que has escrito sobre Pepe, yo lo conocía a él y a su familia, pena que no me he enterado, habría ido a despedirlo...Nos unen muchas cosas en común, la huerta, el barrio, la escuela...
    Besicos Juan, estoy poniéndome al día en las visitas a los amigo.

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