sábado, 7 de septiembre de 2013

Como delfines sin rumbo por las calles de un desierto



¿Qué diferencia hay entre la adrenalina de Ada Colau y el subidón de Christof Froome, vencedor de la última vuelta ciclista al Tour de France? ¿Acaso los sudores anónimos de doña Equis y el Gorrilla por sobrevivir son menos encomiables que el compromiso que llevó al Che en dar su vida por salvar del Caimán a los pueblos de América?

No se trata de relativizar cualquier compromiso, pues ya lo dijo no sé quien: todas las muertes pesan igual, pero no todas tienen el mismo sentido. No es el lo mismo el desvelo de Botín por cuadrar sus cuentas, que el esfuerzo del Gorrilla por llevarse al bolsillo los cinco euros al día, y así poder celebrar con su novia doña Equis la cena del Ramadán. Hay una gran diferencia: mientras el banquero puede ir en calzoncillos a la zarzuela y besuquearse con los perros de los Monarkas, al Gorrilla los guardias de seguridad  le niegan la entrada al gran Teatro de la Villa, estando desocupadas las tres filas reservadas al protocolo municipal.

Se celebraba allí la inauguración de las fiestas del pueblo, con Pregón y Concierto incluidos. El Gorrilla y doña Equis habían quedado ir juntos a tan renombrado evento para celebrar sus próximas nupcias. Doña equis llegó antes que el Gorrilla. Y pudo entrar al teatro. En cambio a su compañero le fue vetado el acceso. El aforo ya estaba completo. El Gorrilla a voz en grito reclamaba a los guardias de la puerta, que le dejaran entrar. Les decía- tengo reservado mi asiento pegado al de doña Equis. Si no comparezco a su lado, seguro que mañana me dará plantón y nuestra boda se irá al carajo.Y si no se lo creen vean ustedes en este wasap mi plaza sin ocupar, la ciento cuarenta y cuatro. Bien clarito que lo está.

Unos y otros, tu vecino que pasa del telediario y el tendero chino que todos los días al levantarse retrasa el reloj una hora para que sus ventas se prolonguen hasta las 25,  todas las Colau del mundo de los desahucios inhumanos, el Che y la larga procesión de revolucionarios iluminados, el keniano del Froome sobre ruedas, Botín el banquero de la leche, Hu-Chi.Min el del todo a cien, y tú que ahí callado y jodido te las ves y las deseas para llegar a fin de mes..., todos tenemos derecho, aunque sólo sea una vez al año, a participar en las fiestas del pueblo, y más sabiendo que aún quedan sillas vacías para dar asiento a tanto hambriento que deambula cabizbajo como delfines sin rumbo por las calles de un desierto.

La adrenalina que todos llevamos dentro, la ilusión y el afán particular de cada uno, todos los sueños, las reivindicaciones justas tienen la misma pinta y merecen igual respeto, pero las de aquellos que tienen menos, más. ¿Acaso no es de cajón?

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