martes, 10 de septiembre de 2013

Ceci n'est pas une pipe



No es la imaginación la que te conduce a pintarme desnuda y desdoblada, es tu rebeldía a no poder yo darte lo que en mi  buscas, la que te lleva a construir una realidad distorsionada, hecha con ladrillos de papel y sombras equivocadas.

Y me contesta Magritte:  
Mejor ser rebelde desubicado que copiar la historia, ese muro de pared a base de repeticiones, vergüenzas y sinsentidos, imitaciones planas, redondas, acabadas.
No es tu fantasía la que te hace  reflejar en grises una producción imposible, es tu inconformismo el que te obliga a ser incoherente, surrealista, afísico, irracional y por ende sugerente empedernido. Un mero recapitulador de embustes con gancho, reflejos no correspondidos de cosas incomprendidas, verdades interminables, esencias inabarcables. Eso es lo que tu eres.

Y me contesta R. Magritte:
Mejor mear fuera del tiesto, creer más bien que el arte no es la solución, sino el conflicto. No pinto lo que veo, el canon de tus formas definidas, perfectas, sino lo que dice mi sentimiento imponderable, cuando total e inacabada te miro.
No es tu creación velada con sus discordancias idiomáticas, verbales y significativas la que seduce al expectador de tu obra, es la propia ansiedad y desconfianza del admirador de turno, la provocadora de su ensalmo. Son más bien sus ganas y tus limitaciones de no poder ver el mundo con todas sus sorpresas infinitas las que convierten en revulsivo el contrapunto de tus pinceles. No es lo que vemos la imagen que miramos sino lo que nos dice su proyección ilimitada.

Por eso cuando, al levantarme esta mañana, veo como mi bello cuerpo me traiciona y recobra sobre los manises del baño la sombra de ese ridículo aguilucho, recuerdo lo que Magritte dijo sobre La Pipa, su cuadro más simple y realista: Ceci n'est pas une pipe. Y es ahora cuando entiendo el abismo entre el lenguaje y las cosas, la dicotomía entre la representación artística y el modelo que la genera. Basta pintar una cosa tal como es para agotar la hermosura de su existencia.

Y ya no sé si alabar tu obra, o maldecir mi cuerpo que tan mal me representa. O tal vez mi realidad corpórea no se reduzca sólo a la escasez de mi presencia, sino que sea inmensa mi belleza como inacabable es tu mirada por tenerme.

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