lunes, 3 de junio de 2013

Lo que pudo haber sido




Un leve desplazamiento de sus pasos cambió su destino. Lo que hoy es, nada tiene que ver con las posibilidades que tuvo. Descoyuntada está la flor de la alcachofa en el suelo. Sus azules destronados, sus defensas en el agrietado sendero, tumba de vuelos descoronados y abatidos. ¡K. O. a sus frutos venideros! Quienes de esto saben, son los ingenieros de caminos. El simple desvío de un grado en el proyecto de la autoestrada del Sole, que debería dejarnos en Roma, puede acabar con nuestros pies ensangrentados en un pueblo perdido de la sierra de Albacete.
Lo que podía haber sido y lo que ha sido
Apuntan a un fin, que es siempre presente.
Las pisadas resuenan en la memoria
Bajando el pasillo que no tomamos
Hacia la puerta que nunca abrimos
A la rosaleda. 
(Cuatro cuartetos T. S. Eliot)
Supongamos que Basiliso Gimenez, en vez de liarse en amores con Adela, la hija de Aniceto, el de la tienda de telas de la calle san Francisco, hubiese casado con aquella joven que luego sería vicepresidenta del parlamento de su país.

Basiliso Gimenez, destacado lider ferroviario, militó en Comisiones Obreras en los tiempos en que este sindicato era perseguido por la Brigada Pólitico Social del Régimen franquista. En diciembre del 73 fue elegido por sus compañeros de la Renfe para participar en el Congreso de la Federación Internacional del Transporte celebrado en Roma. Y es allí, en el mismo hotel Domus mea de la Piazza Venezia, donde intima con Eloise, una chica francesa trabajadora del Metro de París. La camaradería obrera en aquellas fechas tenía la virtualidad de convertir una simple relación sindical (vía mitín, huelga o asamblea), en una amistad indeleble y duradera capaz de eternizarse en el tiempo.

Para Basiliso coincidir con Eloise, y ser los dos partes de una misma andadura socialista, no fue algo meramente ocasional. Y aunque su estancia en la ciudad del Tiber sólo durara un fin de semana de ponencias y debates, estos días se distinguieron por la complicidad, confidencias y arrumacos entre los dos jóvenes internacionalistas. Basiliso Gimenez, transcurrido el Congreso, jamás volvería a saber nada de Eloise. Pero en el corazón de Basiliso aún viven y aletean frescas, como la flor de los alcaciles bajo el límpido cielo de esta tarde de junio, aquellas ternuras y abrazos. Y lo que fue un simple encuentro y coincidencia extraviada en la historia de su militancia obrera, todavía permanece como posibilidad perpetua.

Y tras treinta años de estar casado con Adela, piensa que su vida, en lugar de ser vulgar y anodina, pudo haber sido otra, si en aquella noche de abril del 73, el beso que le dio a Eloise al pie de la Fontana de Trevi hubiese culminado en matrimonio. Hoy Basiliso no sería padre de una niña tetrapléjica, ni marido de Adela, una mujer apocada y deprimida. Pero nada de eso le importa ya a Basiliso, pues tanto lo que no fue como lo que pudo haber sido, parte esencial es de su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario