miércoles, 23 de enero de 2013

Lírica y Política



22 de enero 2013. En el Guanábana Jam de Molina de Segura. Martes de Luna llena. Presentación de Acantilados de papel. Diversos autores nos deleitan con la lectura de algunos fragmentos de sus textos publicados en el Primer número de esta revista en busca de literaturas posibles.

Y entre ellos, Alejandro Jacobo, que en La balsa de Ulises, nos habla de la relación entre Historia y Literatura, Ficción y Realidad social. Y escoge a Gil de Biedma como ejemplo y referencia para su disertación. No en vano Jaime, en Apología y petición, entiende la poesía como una experiencia, un compromiso:
Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
debe y puede salir de la pobreza,
que es tiempo, aún para cambiar su historia
antes que se la llevan los demonios
.
La Historia y la Literatura, en concreto la poesía, tienen sus propios campos específicos, bien diferenciados. La Literatura se desarrolla en el ámbito de la ficción. La Historia, sin embargo, trata de relatar descriptivamente los acontecimientos de la realidad. La Literatura posee un carácter eminentemente subjetivo. En cambio, la Historia describe objetivamente hechos y datos constatados. Sin embargo, entre estas dos áreas -Historia y Literatura-, existe una complementariedad, una estrecha interrelación, ya que según el mismo Alejandro Jacobo, es el lector el que decide con su consideración la finalidad pragmática del contenido de lo leído.

Por lo tanto ¿el escritor y su obra deben comprometerse políticamente, o más bien, han de ceñirse estrictamente al objeto artístico de su cometido literario. ¿La palabra es neutra, amarilla, o es "un arma cargada de futuro", según Celaya? Y de nuevo es el propio Biedma quien responde: Yo no creo en esa tesis de que los intelectuales deben meterse a políticos, una cosa son los políticos y otra los intelectuales. Por eso un intelectual trajeado de político es un elemento peligroso, casi siempre terminan siendo tiránicos, sectarios, fanáticos del centralismo democrático y la tesis del partido único.

El político es un conductor. El escritor en cambio más que guía, debería comportarse como animador. El escritor que se atribuye como oficio ser el brazo ejecutor de la política, acaba siendo detectable. Y aquellos gobernantes que pretendieran legislar a golpe de sonetos, acabarían siendo inoperantes. No obstante, entre Lírica y Política, Utopía y Pragmatismo, Mística y Poder, siempre debiera existir una interpelación crítica y dialéctica, aunque, debido a la propia naturaleza antagónica de estas disciplinas, a simple vista, parezca imposible. Y de nuevo Gil de Biedma, así lo demanda:
Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea del hombre el dueño de su historia.
El poeta no debiera quedarse encerrado en su buhardilla, como tampoco el historiador debe ser ajeno a los dramas que constata, documenta o analiza. Biedma -nos dice Alejandro Jacobo en su articulo, a modo de conclusión- regula la relación entre Historia y Ficción en el texto poético de manera consciente. La Poesía pretende, así, convertirse en vehículo de fusión en la dicotomía que pudiera haber entre Realidad y Literatura.


No hay comentarios:

Publicar un comentario