domingo, 3 de junio de 2012

Gachasmigas o...



Gachasmigas o... sardinas. Hoy levantarse y dudar todo es lo mismo. Dudar, ¡y qué suerte la mia! En chirona nunca pude hacer gala de la duda metódica. La vida no es una operación aritmética, tabla fija e inamovible. Sus reglas no están definidas. Dos por dos no son cinco, ni tan siquiera cuatro, son las que canta la bolsa, son las que la publicidad y el consumo dicen. La vida no es un logaritmo de resultados preestablecidos. La vida es la ruleta, un abanico de posibilidades para aquellos que tienen pasta, para los que mueven ficha. Y pagan con tarjeta. La vida es una sorpresa para los que pueden comprarla.

Dudan aquellos que pueden elegir. No duda el pobre. Sin más remedio tendrá que apechugar con lo que lleva puesto. No hay más cera que la que arde. Le dieron a elegir entre su pobreza y la muerte, pero la muerte no es de su incumbencia, se la fiaron, y se la financian, se la dan a beber, a plazos con un interés muy alto. “Desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo, ni gano”.

Hoy me levanto zarandeado por un montón de posibilidades. Soy un hombre pudiente. Mi llanto es dulce. Me rebano la mollera entre unas gachasmigas o en ir a la pescadería. La vida es elegir entre comerme unas gachasmigas con ajos o deleitarme con un cuarto de sardinas a la brasa en medio del descampado de un mundo libre.

También los hay que viven, pero no tiene peculios para dudar. Lo tienen todo tan claro que su determinación es única. Tendrán que arreglarse con lo que tienen, que es lo mismo que carecer de libre albedrío, de determinación alguna, por no decir propia.

Los pobres tienen la ventaja de no perder el tiempo preguntándose por el número de cromosomas de las hormigas machos. Tampoco se les hace insoportable la espera en un consultorio médico. Nunca un virus tropical anidará en sus barrigas de telarañas. Son inmunes a la gota. Están excluidos de pagar a la agencia tributaria. Del recibo de la luz del sol también están exentos. No ha nacido todavía un juez capaz de privarles de la claridad del día, aunque sí podrá mandarlos a la sombra.

Esta mañana nublada me apetecía hacer algo extraordinario. A pesar del gris plomizo del día, mi capacidad de decisión está en alza. ¿Sardinas o gachasmigas? Y mientras en este existencial debate me las ingenio, echo en falta la harina o el euro que no tengo para media docena de sardinas. Mi libre arbitrio en un pozo. El que no se consuela es porque no quiere. Me libro así de tener que fregar sartenes o guardar cola en la pescadería.

Dirán que lo que yo quiero es demostrarles a ustedes que el ejercicio de la volición requiere el disfrute de la libertad. Pues no. Se equivocan mis queridos amigos, que ser pobre y filósofo no es lo mismo.

No se trata de tener libertad, sino de saber que hacer con ella. Con el consiguiente pero. Y es que todo anda muy mal repartido. Los que tienen libertad no tienen medios. Y los que tienen medios no tienen libertad.

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