miércoles, 2 de mayo de 2012

Sobejo las flores bien olientes




Las cosas que el escritor se inventa las vive más que las que a diario en carne y hueso le acontecen. Este plumífero de canas verdes más siente las caricias del gato de su cuento “El Cocinetero”, que los estruendos de su vecino el tonelero, ese hombre de bigote en punta, que cuando habla, sus palabras parecen martillazos en los aros de sus orejas como barricas bien ardientes. Lloró este escritor de brumas y acedías, más la muerte del Finura, personaje querido de una de sus novelas, que los siete puntos de sutura que le acaban de dar en la cabeza.

Son las ocho y cuarto de la mañana. El escritor se pone a trabajar como de costumbre. Pero lleva un retraso de media hora. La diarrea de las acelgas de la cena. Por eso ha tenido que detenerse un poco más en el baño. Las musas son muy puntuales. Si el escritor no está en su mesa de trabajo a la hora justa, la inspiración pasa al siguiente, ¡que escritores en paro hay la tira!

Todo ocurre en un tric. El escritor se sube al perigallo para consultar el Kamasutra. Este libro, edición príncipe, con bellas ilustraciones y secuencia muy pormenorizadas de cada uno de los movimientos de sus copulantes, lo tiene el escritor muy escondido en el último estante de su biblioteca, justo detrás del Códice Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo.

Necesita el escritor describir una postura en trance para asignársela al protagonista del relato que está escribiendo para un concurso de literatura erótica. Además de escritor oscurantista, este hombre es seguidor de Torquemada. Y esconde los libros prohibidos en el último estante, allá donde los ojos inocentes de su sobrina no puedan sentir la vergüenza de tener un tío tan retorcido y perejil. Su imaginación y animación van al compás, pero no sus pies en la escalera que andan deslavazados y tan deprisa por su retraso cagalero. Y el pobre cae de cabeza sobre la tarima de la biblioteca.

Más se fía el escritor de lo que no ven sus ojos, que de los sobos continuos que su sobrina se pega en el locus amoenus del prado verde e bien sencido, de flores bien poblado de Berceo, con el hijo de su vecino el tonelero

"... sobejo las flores bien olientes,
refrescavan en omne las carnes e las mientes,
manavan cada canto fuentes claras corrientes
en verano bien frías, en ivierno calientes."

3 comentarios:

  1. Me has dibujado una sonrisa de oreja a oreja con tus escondrijos, estimado Juan. Además, he sentido esa empatía contigo y, en general, con todos los que escriben, que nos son más próximos los personajes que las personas de nuestro alrededor e, incluso, que nuestras propias miserias.
    Abrazos y suerte en ese concurso de literatura erótica. Seguro que el Kamasutra actúa como un buen inspirador.

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  2. Enhorabuena Juan. Otro texto que me ha encantado y emocionado... sobre todo la historia de las musas y la impuntualidad de los autores, ¡ahora entiendo muchas cosas, jaja!

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  3. Me has alegrado la mañana, Juan. Te he visitado con tempranera (por fortuna sin resaca de acelgas) y celebro la buena organizacion de tus libros, ese hermanamiento con seguridad fructifero para todos. Un abrazo

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