jueves, 12 de enero de 2012

San Simismo



San Simismo (*). Así llama en su Discurso de Gerona Rafael Sánchez Ferlosio al culto exagerado, a la moderna manía de autorealización, al terapéutico e iniciático mantra y santo precepto de alcanzar nuestra propia identidad. Cada mañana cuando nos levantamos, proclamamos nuestra fe y egolatría delante del espejo. Principio de moralidad por el que, en lugar de mirarnos en el corazón encumbrado del otro, nos arrastramos como Zeus a la caza de Ganímedes en un auto-apretado-abrazo como monos monicigóticos. Adiós a la empatía.

Los poetas sobretodo, ya vienen desde tiempo cumpliendo con dicho mandamiento: la ombligolatría intimista.

Los ojos hermosos de la joven poeta estaban clavados en mi. Y yo, tocado, creí que por mis huesos se moría. ¡Agua! Lo que me decían, es lo que luego yo leí en su insinuante mirada: que la siguiera a los aposentos de su cuerpo. Más estaba ella pendiente de complacerse a sí misma, que de hacerme feliz con su poema. ¿A quién aman los poetas cuando declaman sus versos?
Mirad mi cara bonita,
el anacarado de mis pies de chinita,
las bondades de mi carne infinita.
Y esa timidez cándida y velada de la muchacha poeta, antes de darme cuenta, fue la excusa para quedarnos los dos al instante desnudos. Y su bella desnudez, y también mi despelote, fue la cortina de acero que nos impidió vernos realmente tal cual éramos. Dime por qué te descubres y sabré lo que escondes.

(*) Discurso de Gerona (1984). Ensayos y artículos, vol. II. Barcelona. Editorial Destino, 1992, págs. 272-275.

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