La dulzura dorada de la vieja vejez cansada de hacer preguntas, de pedir explicaciones. O más bien sabedora del enigma. Donde no llega la palabra alcanza su expresividad el beso. El viejo perdió el habla, y encontró en el sabor de un beso, el conocimiento, la caricia de la muerte.
Y decidme, cancerberos de la metafísica, vosotros, los que guardáis todas las respuestas en el contenedor cerrado de las partículas de la existencia ¿tendrá que ver la vejez con el silencio tierno de un beso como conquista quieta y definitiva?
Y un mundo nuevo nace a decir de Octavio Paz cuando dos personas se besan.
El beso agonizante, un agujero negro que engulle todo lo creado. Y la masa de los cuerpos creadores de ese beso se condensa en poema púrpura, labios emergentes de sudario enamorado.
Y ese último beso del viejo ¿no tendrá que ver también con el aliento robado, y por ende ya perdido en el fluir de unas aguas que lloran su pasar irreversible bajo la confluencia de los siete ríos del universo?
Nunca olvidaré los besos de mi padre agonizante cada vez que le acercaba mi cara.
ResponderEliminarSaludos.