No hay mal que por bien no venga.Al principio estas palabras de Ana me resultaron fatales; a involución y derrota me sonaron. La resignación no es bebida para quien tiene sed de dignidad y aventuras. Sólo cuando físicamente no hay otra salida, la necesidad, la minusvalía o la carencia debieran ser recibidas o degustadas, pero nunca como rendición, sino como complemento reparador, como arma complementaria al servicio del conjunto, o de la globalidad, como acostumbramos a decir ahora, no muy del todo convencidos. La falta, la ausencia o la indigencia son también partes de nuestra esencia, como la luz lo es de la sombra.
Cuando Ana Yanes se quedó sorda a raíz de aquel maldito trombo, y se le taponó para siempre el nervio auditivo, lo pasó muy mal. Crispación, miedos, soledades, aislamientos y recelos eran su pan de cada día. Eso es lo que me comentó Ana la otra noche en un velador de la Plaza de las Flores. Pero el tiempo, el valor y la inteligencia le ayudaron a ser hija predilecta de aquel célebre consejo jeronimiano: facere de necessitate virtutem. Aceptar que no hay más cera que la que arde, y que es de sabios adaptarse, (que no conformarse), como buen camaleón al terruño que nos tocó en suerte.
Yo no conocía a la Yanes, pero así como el mar acoge en un mismo abrazo arrecifes de paralelos dispares, la presentación del libro Isla Cueva de Rosa Cáceres hizo que coincidiéramos en el Ramón Gaya. La escritora es amiga común de ambos. Y ya se sabe los amigos de mis amigos... Salimos del Museo, y en la misma plaza de las Flores nos sentamos a tomar un café. Fue allí cuando Ana Yanes me dijo que nada de lo que había dicho Rosa, había oído, que era sorda de remate, que había acudido allí más movida por razones de fidelidad y simpatía con su amiga la filóloga de Románicas.
Tuve que creerla, pero por los comentarios que me hizo después, nadie creería que los niveles de audición de Ana rayaran en la cacofonía.
¿Cómo alguien que no había oído nada de lo dicho por la escritora del Corazón en la mano, pudo describirme la personalidad del Capitán Gin Tonic, su gracejo, anglicismos, la chispa, su saber pilotar un catamarán entre tormentas, escollos y latigazos de ginebra, su inspiración..., con la misma entonación y acierto que la empleada por Rosa Cáceres momentos antes en la presentación de su última novela Isla Cueva?
Fue la misma Ana Yanes la que aclaró mis dudas con esta respuesta:
Las palabras pueden engañar nuestros oídos, darnos gato por liebre, pero no la cara, ni los ojos, ni la gracia, ni el aire, como tampoco la convicción y la nobleza de quien que con tanta transparencia las dice y sobre todo las vive y encarna.
Me siento halagada y agradecida, y nada más puedo decir de esta entrada y la conversación que cuenta, en lo que a mi toca de ella.
ResponderEliminarFue un enorme placer presentar en el Museo gaya mi novela y verme acompañada de tan buenos amigos y lectores.
un abrazo