miércoles, 12 de octubre de 2011

La herencia de la escritura



"Y que la palabra sea tú después de ti"

(Unsi al Haye. Poeta libanés)


Invierno cerrado. Un frío de espanto. El Escritor y su Musa. Los dos frente al fuego de la chimenea abrigan su amistad avivada entre palabra y palabra.

Inspiración con cierta lástima encariñada recrimina a Escritor:

Más que tonto eres iluso, que te crees todo lo que escribes. Siempre con tu loca manía de que la escritura podrá restañar el libro roto de las desgracias, los errores de la historia.

Lo que Escritor trama esta mañana no se le ocurre ni al que asó la manteca. Después de un tiempo de haber escrito "Blanca palomica", se empeña en ir hoy mismo a buscar al protagonista de aquella su antigua historia: un ejecutivo que tras pasar sus años mozos entre índices bursátiles, consejos de administración, opas y compraventas, se retira a un lugar alejado de paleras y riscos, para intentar colmar allí, mezclado con cabras, cerrajones y algarrobos, sus infinitas ansias de felicidad no lograda.

Escritor quiere encontrar ahora al antiguo hombre de negocios, el que le dijo adiós a su imperio empresarial, el que renunció a las tetas de silicona de su secretaria, el que puso a gratinar el móvil en el microondas, aquel que lo dejó todo para irse a vivir al campo, al mismo erial donde Escritor frase a frase, capítulo tras capítulo condujo al ejecutivo a la fuerza. Allí mismo en su novela Blanca palomica. entre metáforas y retóricas le quitó sus ropas de lechuguino, lo vistió de pastor y le hizo ver que la paz de los días más y mejor la encontraría en un lugar apartado. Escritor hizo del ejecutivo un romántico cavernario; y quiere encontrar ahora a su protagonista antes de que muera como una alimaña perdido en un cobertizo de la sierra de Las Alpujarras.

En su manuscrito este hombre muere por haber ingerido unas setas en mal estado. Y ahora el Escritor su creador, arrepentido de que sus palabras escritas, hongos venenosos lo maten, quiere advertirle de que no coma de aquellos níscalos.

Al Escritor le sucede lo contrario que al Midas de Pertusa en "Escríbelo para que ocurra". Aquel sainete del célebre dramaturgo don Andrés Pertusa en el que defiende que para que una cosa que ansiamos se cumpla, lo mejor es no decirla. En casa del ahorcado no mientes la soga. Pero Escritor es un testarudo que piensa lo contrario. Basta con que escriba "polvos pica-pica" para que enseguida, Escritor y Musa, los dos se pongan a estornudar tocados de sinutisis palabrera.

Musa piensa que Escritor sufre un brote de doble personalidad. Una alteración sicológica muy propia de novelistas obsesos. El que Escritor ahora, con el tiempo que hace, entre escarchas y hielos, caminos y carreteras cortadas, se ponga en camino hacia la montaña no tiene que ver nada con la vida real, y sobre todo este invierno que pintan bastos para su cuerpo cansado. Y esto es lo que Musa quiere que Escritor comprenda:

Una cosa son tus relatos y otra, que confundas tu vida con lo que escribes.

Y en esas estaban los dos cuando llaman a la puerta.

Perdonen. Soy el albacea de un viejo cavernario que murió ayer en una cueva de Las Alpujarras. ¿Quién de ustedes escribió Blanca palomica?

Escritor y Musa callan sorprendidos.

Aquí traigo la última voluntad del finado. Un antiguo consejero de finanzas antes de retirarse a su soledad buscada, vino a verme a mi despacho, y me dejó su testamento firmado. En él dice que su fortuna se la deja al autor de la "Blanca palomica.

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