lunes, 25 de abril de 2011
Lunes de Pascua
Por sus muchos partos no se le rompen las caderas a la tierra. Tras cada luna, luego de ser fecundada, otra vez virgen se queda para ser de nuevo concebida.
No pude llorar mi muerte. Por eso lo hago ahora. Y siento el frescor del llanto resbalar por los huesos de mi cara. Y las lágrimas no me queman, ni me anegan; me reconfortan y limpian mis ojos de cenizas, de gusanos y de espinas. Tu muerte, la mía, su anticipada experiencia, me vuelve del revés y me convierte en tierra esponjosa.
Cuando soy cieno, me acuerdo del agua; del aire, cuando soy tierra. Cuando vuelo añoro el suelo. Y nada más me pongo a soñar, me despierto como gallo arrepentido en vela. C'est la vie!
Hoy me tiendo desnudo sobre el bancal, como un gato que purgarse quiere, que busca absorber con su cuerpo el frescor, y del humus su energía.
Miro al cielo. Trato de ver en las nubes, en su forma, una representación aquí abajo en la tierra. Son metáforas. Las hay caballos, dragones, cristos, palmeras, conejos, sirenas que resucitan y se transforman en flores reflejadas en la huerta.
Esta tarde de pascua en una de esas nubes blancas te he visto saltando a la comba con tu vestido de áloe y tu corpiño de albahaca.
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