miércoles, 9 de marzo de 2011
Sofistas somos todos
Aquel que es capaz de demostrar un conocimiento, y al momento desdecirse y afirmar el contrario, es de una veleidad intelectual que repugna por su ambigüedad y mercantil tibieza. Desde siempre me cayeron mal los retóricos, esos hombres pagados de si mismo, cuando no del partido, que se dedican a persuadir al público, más por su discurso florido, que por la coherencia interna de sus argumentos. Revisten su palabra de firuletes y trucos, e inundan de escepticismo mentes ingenuas, y elevan a irrefutable axioma la inhibición, el asco, la indiferencia, y lo que es peor, el descompromiso político.
Cuando la consecución de la verdad responde a una estrategia, más que a una elaboración de la mente y el corazón, la verdad es un montaje que, como un mecano, con las mismas piezas, lo mismo construye una montaña que un llano. La verdad entonces es una ironía, una quimera, un artificio de nuestra connatural ignorancia, una engañosa estructura articulada.
Y es que la sabiduría, al menos su camino, comporta desprendimiento, es un continuo retractarse. Nadie puede avanzar si no renuncia, si no deja atrás parte del sendero que tanto trabajo le costó andar. El hombre sabio, sabedor de su ignorancia, no construye verdades inamovibles, y como Sócrates se somete continuamente a un rosario de preguntas sin límite.
Y es que uno no es sofista por gusto, tampoco por sistema, que casi todos lo somos por naturaleza. Desde que nacemos nos acompaña la diversidad de los dedos de la mano. Ninguno de ellos es igual, así los engendros que de nuestra cabeza proliferan, también son distintos y contradictorios. El dedo índice nada tiene que ver con el pulgar. La idea que hoy tenemos de la verdad puede ser mañana mentira, como esos bellos peces del fondo del mar, que luego en las superficie se tornan feos y grises, como los dedos de la mano, desparejos, pero todos ellos ajustados y representativos de la propia mano.
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Me parece un ejemplo muy original y muy ilustrativo el de los dedos de la mano.
ResponderEliminarYo siempre he mantenido que no somos los mismos a una edad que después a otra y por tanto pocos pensamientos se pueden mantener inamovibles.
Respecto a los sofistas, eso es harina de otro costal. Son los eternos vendedores, los comerciales con todos mis respetos, que lo mismo venden una enciclopedia que un aspirador. Son los que ganan dinero fácil porque tienen la cualidad de aparentar fe ciega en todo lo que exponen con vehemencia y son por desgracia la mayor parte de la clase política.
Jejejejejej, ay mi amigo con qué detalle y agudeza dices verdades, utilizas la palabra exacta para sacar la maraña que tenemos en la mente y en los ojos, es que lo humano tiene tantas facetas.
ResponderEliminarHay gente que es dotada en lo verbal, y como dices tienen unos recursos que cualquiera se quisiera; el don de la palabra así lo he leído en otras parte. Como uno cuando tiene una meta y se aferra a sus verdades, la lengua da para tanto, uyyyyyyy, qué razón tienes amigo. Hacía tiempo que no venía, ya me hacía falta algo de literatura de calidad.
Un abrazo amigo y sigo en lo atrasado.