miércoles, 2 de junio de 2010

Los enemigos del tiempo

Agradecido al reloj me levanté aquella mañana. Al fin y al cabo mi existencia (Dasein) a su tic-tac acompasado se debía. Heidegger lo pudo decir de otra manera, pero no más claro: nuestro problema no es la verdad, sino la metafísica del tiempo.

Y como debía corresponder a su puntual acompañamiento, elegí como sitial suyo el rincón más visto de la casa.

Puse su mirada al sur más distinguido. Fue él mismo quien me dijo:

¡Ponme hacia el mediodía! Es allí donde cargo de luz todas las horas, y los días, y las noches, y doy cuerda al corazón de los vivientes.
Y ha sido así hasta el momento en que viví por su péndulo impulsado. Sentí el placer de los segundos, su instante intenso, el hálito infinito, hasta que los enemigos, los fonacones (1) del reloj de sol demolieron el ser y el tiempo con piedras, huevos e improperios, el cuadrante circular de mi alborada, el crepúsculo preñado de mañanas, el futuro tañer de las campanas, mis latidos.

Creyeron ser eternos por arrancar al reloj su gnomon, la batuta de su paso, el índice del aquí y del ahora, la sombra segmentada del eje de la tierra.

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido... (2)

(1) Fonacon: movimiento por la abolición de la entrada del Año Nuevo.

(2) El viaje definitivo. Juan Ramón Jiménez

No hay comentarios:

Publicar un comentario