El hoy viejo tullido, cuando era mozo, sin estar muy convencido le dijo que la quería. Así hasta las mil y una noche que hicieron el amor, impulsado, no sabe el hombre si por la virtud del sexo, o por la sinceridad de sus sentimientos. Y con los años acabó por quererla de verdad. La bella rutina de los amores complementarios, habituales y necesarios.
Y los días limaron las asperezas del hombre orgulloso, las raspaduras de la mujer vanidosa, como el fuego de la fragua que funde en un solo hierro dos metales desparejos.
Ella ahora mueve su mano; y es la boca del viejo la que come de su palma, como la mirada del amo que engorda al caballo. Él es el que camina; pero es ella la que anda y le sostiene para que sus pies desarticulados le lleven hasta la cama.
El viejo, manso toro desvalido, reconoce la fuerza suave del agua cuando pasado un milenio coge aquel risco que fuera guijarro loco, y hoy lo admira agradecido y tierno entre sus piadosos desvelos.
Juan que prosa tan limpia, clara, tierna has escrito. prosa poética que humedece y reconforta.. un abrazo
ResponderEliminarQué belleza, en lo sencillo habita la calidad de tus letras, en aquella forja limpia, llana y amable, un placer mi querido amigo, un verdadero goce tu literatura.
ResponderEliminar