El hombre ve a los pájaros en el brazal y los confunde con los erizos y las ratas. Las plumas de ayer esta mañana no reverberan el arco iris cuando levantan su vuelo. No es oro el amarillo de la flor de la calabaza que trepa por la voluptuosa nuca de la morera. Robín es la color en su mugrienta mirada. Hoy el rosal, la palmera y la buganvilla le pinchan como el estoque en la cerviz de un toro. Todas las habitaciones de su casa están a oscuras. Hasta el azahar y el orégano le pinchan su corazón negro.
La mujer sale al encuentro del hombre que vuelve cansado de regar la huerta. Si el hombre tuviera valor para mirarla de frente, vería como la mujer contempla sus manos grandes y rudas, lino para su cara, caricia para su vientre. Si el hombre tuviera valor para mirarle a la cara, vería que sus ojos de hembra se van detrás de su cuerpo entero, vería como sus senos de plata se enredan en su corazón de piedra.
Con cara de oración sincera le dice la mujer al hombre:
“¿Qué fue lo que nos hizo discutir anoche?El hombre se quita el sombrero de paja, se limpia el sudor de afrentas y broncas de su frente culpable y cansada, y suplicante le contesta a la mujer:
“No me acuerdo, corazón, cualquier cosa que no me importe más que nuestra reconciliación redimida”.
¡Hola, Juan, cuánto tiempo...! Vengo del blog de Andrés, y ... ¡cómo caracolea el agua, entre la acequia y la tierra, para empaparla de amores! ¿qué tendrá la tierra siempre tan sedienta de sol y agua? ´Que os lleve un gran abrazo el viento a ti y a Carmen, con mucho cariño.
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