Todo empezó aquel día en que mi madre minutos antes de morir me cogió la mano:
“Hijo, perdóname, quiero que sepas....”Y como si se le atragantara la raspa de su secreto empezó a toser igual que crujen las nubes en una noche de tormenta. Luego ya más tranquila continuó:
.... yo no fui la mujer que te parió. En el fondo del arca encontrarás tu partida de nacimiento”.Asustado del fantasma de mi propia identidad, palpé mi cara con manos escrutadoras y entre gritos de rabia me pregunté: “si mi madre no es mi madre, ¡yo tampoco soy su hijo! Entonces ¿quién coño soy?”
La partida de nacimiento, una ennegrecida fotocopia por el tiempo carcomida, bien claro lo decía: “hijo de padre desconocido”. Y a renglón seguido, el nombre de mi verdadera madre. En el sello del Registro venía también el nombre de una ciudad.
Hacia allí dirigí mis pies. Hasta el día de hoy no me he cansado de desandar mi biografía en busca del ladrón que me robara mi existencia. Tal vez por eso muchos me han confundido con “ese loco que corría por las calles con lágrimas en los ojos buscando su cabeza en todas las esquinas” (Ladislav Klima). Otros dicen reconocerme de la universidad, cuando en mi vida he pisado una facultad, yo tan sólo sé de escardillar hierba y apacentar borregos. ¿Os habéis sorprendido alguna vez queriendo atrapar una abejorro inoportuno al que no veis por ninguna parte? ¿Cómo os sentís? ¡Un imbécil ¡Eso es lo que soy, dando palos de ciego tras un gambusino!
Por fin, ¡maldita la hora! después de cinco años ya tengo una pista. He dado con sor Aparecida, una monja de una casa de mujeres “descarriadas”.
¡Claro que me acuerdo! Una joven con tus mismos ojos de buscador de lunas. Le faltaban unos tres meses para dar a luz. Cuando tu madre, después del parto preguntó ansiosa por su bebé, tuvimos que decirle: tu niñito, el pobre, murió de muerte súbita ¿Qué otra cosa podíamos hacer para que pudieras sobrevivir? Cuando naciste, como ella no tenía posibles, te entregamos en adopción, creo recordar...., a un modesto y piadoso matrimonio de la sierra al que Dios no le daba hijos a pesar de sus muchas novenas a santa Águeda, ya sabes, la abogada de la fertilidad.Y cagándome con mi boca cerrada en todos los muertos de la puta sor le dije:
¿Y qué fue luego de mi madre?La hermana acariciando el gran crucifijo que le colgaba del cinturón del hábito como si hubiese adivinado mi maldición me dijo:
Mira, hijo, no hay secretos en un convento. De ti para mí, esta es la pura verdad. Tu madre era una joven huérfana a quien el carnicero de la plaza de abastos, un hombre caritativo, la acogió poniéndola a servir en su casa. Estaba de buen ver ya lo dice san Mateo “cata que la carne es flaca”, y pasó lo que tuvo que pasar, que el charcutero cató. El hombre demasiado hizo, habló con el párroco del pueblo y aquí la tuvimos hasta que se repuso del parto. Se fue a la costa. Dicen que se casó y que allí vive feliz con su marido y sus hijos.Al encargado del padrón del ayuntamiento le di el nombre de mi madre. Buscó el año y sin mirarme siquiera sólo me dijo:
Actualmente esta señora, es la esposa de don Inocencio vive en el número 27 de la calle de La Maternidad.No hubieron abrazos efusivos, ni sobresaltos, nada de sorpresas. Mi madre me citó en la Iglesia, y delante del mismo cura que en tiempos atrás la llevó a la “inclusa” me dijo sin más:
A estas alturas no puedo comprometer a mi familia. Me costó mucho rehacer mi vida. Mi marido jamás me lo perdonaría. No tengo fuerzas para volver a aquellos años. Para mí tu dejaste de vivir el día en que te di a luz....Hablaba y hablaba como queriendo dar con la frase que la exculpara y a mí me convenciera.
¿Y del destripacabras de mi padre qué se sabe?
Anda perdido, como tu, como yo, peces en definitiva todos, nadando contra corriente en busca de la cabecera del río que nos dio la vida y que nos lleva a la muerte.
Juan, me ha sorprendido este texto, porque está tan bien contado y en esa primera persona tan creíble que una no sabe si es invención o es realidad.
ResponderEliminarLa narración es preciosa, a pesar de que el tema es triste y cruel. Triste y cruel por la incertidumbre de los orígenes y porque después de una búsqueda se encuentra con semejante respuesta.
Pero si algo destaco por encima de todo eso, en tu texto, es la manera tan bonita de escribir. Hay frases como:
"empezó a toser igual que crujen las nubes en una noche de tormenta".
Y pongo esa por ser la primera con que tropecé, pues hay muchas mas de lujo.
FELICIDADES, maestro.
Un beso.