viernes, 29 de enero de 2010

El Cartero del Papa


Mi oficio de cartero papal me permite conocer a grandes celebridades del mundo del comercio, las artes, la medicina, la política e incluso de los bajos fondos. Y aunque por encargo de su Su Santidad estoy obligado por voto a no revelar identidad o negocio alguno que de ellos sepa, tan fuerte ha sido el impacto que me ha producido la persona a la que le entregué hoy este legado del sucesor de Pedro, que no me resisto a escribir en mi cuaderno de intimidades unas breves notas; pero siempre fiel a mi juramento, no desvaleré bajo ningún concepto su nombre:

Lleva luenga capa con ribetes vueltos de piel de armiño. Escarpines y medias de cardenal. Por debajo del birrete con cantos dorados una pelambrera bien cuidada nace de su cabeza de prócer advenedizo. Sus ojos reflejan las aguas tumultuosas de los siete mares. En una de sus manos, en la izquierda porta una espada, mientras que la derecha empuña con brío un estandarte, blanca vela de una nave con una cruz pintada en su centro. Le calculo más de quinientos años. Y aunque la ternura de sus ojos le dan un cierto aire de soñador de lunas, sin embargo tanto su achatada nariz, su mentón fajado, como las dos arrugas que en vertical surcan el rostro, le confieren un aire bellaco de tozudo bucanero y oscuro nacimiento.

Estoy en la sala de audiencias del Parlamento de Europa. Strasburgo. La pieza es sobria. Ningún símbolo de ostentación decora la sala. El tiempo urge. El Santo Padre me dijo sin explicarme yo el motivo:
De no entregar esta carta a su destinatario antes de que la votación se celebre, la ley natural está en peligro.

1 comentario:

  1. Veo en ti condiciones para el relato histórico. Esta vez me has intrigado de veras.
    En la ilustración me parece ver el desembarco de Cristobal Colón en el Nuevo Mundo.

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