sábado, 8 de agosto de 2009

Fétidas palabras


Aquella tarde las palabras disparadas por el novio reventaron la pituitaria de Ainé. Y como garrapatas el mal olor que expelían se incrustó en los pabellones de su nariz hasta llegar al cerebro, a los párpados, a los muelles del colchón, a la furia del geranio. Y el recóndito cuartel donde ella guardaba sus enamorados aromas se convirtió en putrefacto lagar. La muchacha tuvo que cerrar los ojos, y hacer como que tan nauseabundas palabras nunca las había visto ni oído; o mejor: creer que venablos tan pestilentes jamás salieron de quien tanto amaba y besaba.

Tiene el cuerpo humano una habilidad instintiva que es ignorar lo que le acontece con tal de salir ileso de situaciones terribles. Y allí donde huele a cieno, decir que es agua de rosas. Y la misma emanación lacerante le aconsejó a Ainé pasar de su novio por un tiempo. Pero las palabras una vez dentro de la arqueta cerrada de las dudas y entendederas de la novia explotaron como una bomba atómica llena de desilusión, fetidez y desengaño. No podía librarse de su onda expansiva. Ainé sintió que los gases carrasperos de las voces de su novio la abrasaban, segaban su respiración. Imposible negar su existencia.

Hasta ese momento nunca había tenido Ainé la oportunidad de sentir la relación entre el dolor y el olfato. Y como el mal olor acostumbra a evaporarse, esperó unos días por ver si también sus heridas desaparecían.

Y así exactamente ocurrió. El tiempo secó la mierda de las palabras del novio. "Pelillos a la mar" -dijeron. Pero como quien tuvo, retuvo, mejor que en aquella fétida tarde Ainé nunca hubiese oído del bocazas de su novio: "!Qué asco me das!"

1 comentario:

  1. hahha..che belleza de fotografia..GRATZ! for youre beautiful site..Nice tomeet you!

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