Seguro que a ti también te llegó, pero no fuiste tan ingenuo.
Desde que me mandaron el email dichoso de que Marte por su proximidad a la Tierra se vería tan grande como la Luna, aguardé casi medio año el doble avistamiento estelar con ilusión y esperanzado.
Tras mi última decepción, aquella en la que, después de sesenta años de contrato indefinido, empezaron a dolerme los huesos, me dije que nunca más volvería a confiar en promesas hasta no verlas cumplidas. Pero soy un iluso que no escarmiento. Y basta que el lotero de la esquina me ofrezca un cupón para esperar el sorteo como un niño el día de Reyes.
Si me dicen que el dios de la guerra, Marte, se va a casar con Selene, la Dulcinea de nuestros sueños lunares, con todas mis ansias espero que llegue el veintisiete de agosto para que la dicha sea patrimonio de todos sin rencillas y a partes iguales.
Toda la noche me la he pasado en la terraza con los ojos colgados del cielo para luego ser timado. Y no sólo me duele la desilusión, sino cual otro hacker sin escrúpulos, profeta de parusías y advenimientos falsos, yo también engañé a muchos.
Y es que sin esperanza no vivo. Y así como todas las mañanas compro una barra de pan en la tahona, también me acerco a la tienda de la señora Socorro y compro dos kilos de esperanza para pasar el día.
Anoche yo no vi dos lunas, como me prometieron prebostes e iluminados; pero esta mañana mis ojos sí que vieron dos campanos blancos en un rincón de mi huerto iluminado.
Qué bonito texto...Yo también soy una ilusa con esperanzas varias...Pero leí un articulo el otro día sobre astronomía que lo desmentía y me caí del engaño... Enfín hacía algunos días que no te visitaba,no sé porqué...Me ha encantado lo de comprar un cupón y esperar el premio,quizás sea una metáfora pero yo cuando me toca una terminación (juego poco) hasta me pongo contenta...jajaja...Besicos.
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