martes, 26 de mayo de 2009

Calabacines



Ahora comprendo por qué cuando uno está enamorado ni come ni duerme. Inhabilitado para otra cosa que no sea estar colgado de las musarañas de su deseo desbocado.

Llevo unos días sin escribir. Me siento también inhabilitado, desasistido, ido; pero no enamorado, hado...

Escribo para vivir, para amar”, llegué yo a decir una vez como uno de esos poetas agilipollados que se creen elegidos por el capricho de Dios para presumir frente a la mezquindad de los mortales de su sentir bello y trascendente. Como si el vulgo sencillo careciera de feromonas, y una flor no le pusiera.

Y recuerdo cuando aquel amigo me llamaba de madrugada para que lo acompañara a su campo para deleitarse con la contemplación de los tres higos de su higuera. Y yo me reía de su ocurrencia. Me reventaba su bucólica manía. ¡No tendría este amigo otra cosa más importante que hacer a esas horas del día!

¡Las vueltas que da la vida! Y hoy me tienes aquí, desde que subí mi última entrada en este blog, colgado y obsesivo, también agilipollado como mi amigo, viendo crecer estos calabacines, mientras que allá en el mercado, en el parlamento, en el juzgado la gente se juega la vida.

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