
El pintor no se disgustó porque el galerista aquella mañana rechazara su obra. Ya estaba acostumbrado a que los demás contemplaran sus cuadros desde ángulos y posiciones contrarias y diversas.
El arte es divergente por naturaleza. La idea de una imagen, aún siendo la misma, es personal y única según la persona que la tenga. Un mismo traje llevado por una u otra modelo no es visto de igual manera por el público. Cada figurín, aún con idéntico atuendo, luego en la pasarela, le da su peculiar gracia y aire. La impresión, el sentimiento, el gusto del que contempla un desfile de moda no siempre responde a la creación del diseñador. También influye el estado de ánimo del que admira el contoneo de la estilizada modelo ataviada de pamela y lencería. Y aún más, si esa misma joven, en lugar de lucir su telas en Cibeles, lo hiciera en el peor antro de las callejuelas del puerto, no recibiría por supuesto la misma crítica o comentario. El artista no eligió bien el tiempo, equivocó la estación.
Es cierto. El pintor no sabía que, dos horas antes, al dueño de la Galería se le había muerto su fost terrier querido. Y es que no es justo que la belleza, siendo siempre bella, dependa de un humor particular.
La cuestión de si existe o no una forma objetiva de contemplar la realidad,era el punto de arranque de John Berger para su ensayo "Modos de ver":
ResponderEliminar“Lo que sabemos o lo que creemos afecta al modo en que vemos las cosas”.
La realidad, objetiva y común para todos, se modifica subjetivamente en la medida en que el hecho mismo de contemplarla es voluntario.
Reconocer que existen diversos modos de ver para una misma imagen es una tarea difícil de llevar a cabo. Hasta que el observador no toma conciencia de que su perspectiva es sólo relativa y limitada (en tanto que es suya y, por tanto, diferente a cualquier otra) no alcanza a comprender la objetividad de la imagen que aparece ante sus ojos... lo que vemos, lo entendemos porque lo REconocemos, y sólo lo CONOCEMOS cuando lo hemos visto antes.
Cuando pinto pierdo conciencia y objetividad, sobre todo cuando se acerca la hora del acabado. Miro el lienzo a distancia, te aproximas, de reojo, con más o menos luz, llamas al vecino para que opine, te vas, vuelves. Sin embargo, existe un modo radical para cambiar el prisma: El espejo, yo utilizo el retrovisor de un automóvil. De repente te devuelve la imagen desde otra dimensión, con ello ganas un poco de la objetividad perdida y haces un juicio más neutral.
ResponderEliminarUn abrazo Juan