
"El senado de Italia anula la norma por la cual los médicos no deben denunciar a los extranjeros que recurran a la red sanitaria pública"(El País. 5 de febrero 09)
¿Quién en su vida no se ha encontrado alguna vez con un dilema de difícil solución: elegir profesión, decidirse por su pareja, residir aquí o allá, o simplemente dudar entre pedir el menú de la casa o un risotto legato? Y es que el vivir no es otra cosa que enfrentarse a un camino que se bifurca en dos direcciones de las que sólo puedes elegir una.
Otros más confiados o filosóficos dirán que el ser humano nace con una facultad especial llamada libre albedrío, esa capacidad casi divina que tenemos todos de hacer esto o aquello. Menos Aser Mohamed que debe apechugar con lo puesto.
Aser Mohamed está registrado en la oficina de inmigración como ciudadano de la India. Hijo mayor de ocho hermanos. Vino a Italia con la intención de remediar la precaria situación de su familia, pero todavía ha podido mandarles ni una rupia. Hace tres años que llegó a Milán “ayudado” por la mafia rusa a la que aún debe el pasaporte que no tiene, el alquiler de la pocilga en la que se alberga y un contrato de trabajo inexistente.
Hoy Aser se dirige como todas las mañanas a la plaza del Duomo, concurrida zona de la ciudad, a sacarse unos euros vendiendo pañuelos de papel a cinco céntimos más caros de su precio habitual. De pronto un coche le atropella brutalmente al ir a cruzar la acera.
Lo de menos en estos momentos es saber quien tiene la culpa, si la desesperada situación del inmigrante, o los dos “chianti” de más del conductor atolondrado. Ante un herido lo más perentorio es atenderlo y no pedirle papeles ni puñetas. Que unos derechos por naturaleza prevalecen sobre otros, a no ser que los legisladores sean unos desalmados. Y así es como se hace en este caso. Un peatón anónimo llama a una ambulancia. Y al momento Asser, que ha perdido el sentido por el impacto de su cabeza contra el asfalto, es conducido a “urgencias” del hospital más cercano.
Aser, justo al llegar a las puertas del hospital recobra el conocimiento. Y de un salto se tira de la camilla y sale como una flecha para confundirse entre la multitud de la calle que no se explica como un herido huye precisamente de aquellos que quieren ayudarle.
Y es que Aser, no sin razón, confundió el hospital con una comisaría en la que los médicos en lugar de curar son espías del Departamento de Interior. Y él a su manera resuelve su dilema. Prefiere escapar aunque en ello le vaya la vida.
A causa de la legislación italiana los inmigrantes dejan de acudir a los hospitales, punto; tanto estadista, economista y tira de la manta de políticas de pan duro,que a nadie se le ocurrió pensar en el trágico desenlace del progreso: Las enfermedades contagiosas, con la tuberculosis tendríamos bastante para escribir un buen ensayo ¿Ficticio? de como un país avanzado sucumbe, a través de la soberbia romana de sus gobernantes, a las nuevas pestes del siglo recién estrenado. Porque mejor enfermos que presos, mejor seres contagiosos que faltos de libertad.
ResponderEliminarGracias por asomarte a mi ventana y por tu tremendo estilo, tan brutal, honesto e incisivo.
Un abrazo.
EDu