domingo, 8 de febrero de 2009

Ese aquel



Quise seguir el consejo de aquel que me dijo que para mejorar mi estilo estuviera un tiempo sin escribir.
“Hacer un parón, puede que te venga bien para cambiar de registro, enriquecer y renovar tus ideas viciadas. Tienes que librarte de tus tópicos. Siempre cuentas la misma historia disimulada con personajes distintos, contextos diferentes. Necesitas tomar distancia de ti mismo si quieres superarte.”
Por supuesto no me dijo que mis relatos le cansaban, pero por la flexión indulgente de su voz deduje que mis escritos le aburrían como una ostra. Así pues reconocí que ese aquel llevaba razón. Pues, no hay cosa que más disguste que me digan “cómo se nota ese hacer tuyo tan peculiar y distinguido”. Que ser bueno muchas veces y de la misma manera también deja de tener su encanto, o te da que pensar que es un cumplido.

Y es por esto que a partir de hoy me propongo no subir nada, ni siquiera una cita ajena en “blao”.

Lo intento. Me levanto temprano como todas las mañanas, y en lugar de ponerme a escribir como se arrodilla un monje a rezar sus laudes, salgo a dar una vuelta por el malecón. Y no tardo en volver a casa ni diez minutos. No puedo deshacerme de esta tonta manía de escribir algo todos los días, que me gusta más que a un tonto un lápiz.

Por eso digo que la escritura para mí no es un oficio, tampoco arte, ni siquiera un quehacer en el que tenga que mejorar según ese aquel mi estilo, sino una necesidad que como el comer la necesito simplemente para sentirme vivo.

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