
Me encanta mirar al cielo por encima de las hojas del moral. Y hoy veo el firmamento vestido de nubes blancas, algunas transparentes, otras, opacas. Hundo mis ojos en su azulado vientre y me sumerjo en la desnudez de una nube suelta allá en la sublime altura que salta a la comba con su carita de plata.
Y busco en la sutil configuración informe de esta nube imagen para mi sueño. Las nubes son como metáforas. Las hay que son caballos, dragones, palmeras, riachuelo, sirenas, fantasmas. Siempre las nubes, las mismas y ¡tan distintas! Eternas y pasajeras, buenas y malas.
He querido esta mañana ayudar a esta nube atrapada, retrasada en el azul de la enredadera allá arriba. Eso creía yo; pero al ir a desenganchar sus hilos de las estrellas del cielo, me encuentro con que su mano es la misma mano mía agarrada a la vieja rama de una morera que quiere estampar ilusa su firma en la cima del alto cielo.