martes, 21 de octubre de 2008

Puerta clara




El pintor trabaja feliz en su estudio. En un pequeño sótano de un viejo edificio destartalado y enmohecido del centro del casco antiguo, allí teje los colores de sus sueños y les pone alas, quiere que el arco iris de su anhelo ilumine, salga a la calle desenlucida y marginada. Que no encendió su fanal para guardarlo en el baúl de un museo de subastas, cerrado, bursátil y elitista.

Y abre la puerta clara de su arte y sentimiento, y cuelga su obra en el pórtico de su entrada gratuita. Que las flores no florecen, se enmohecen en la cripta de la soledad cerrada. El pintor quiere que los trazos, el abrazo abierto de su cuadro, persiana diáfana y subida, cortina descorrida y compartida, sea bálsamo, redención y dicha para el drogata, el yonky y el macarra, y para todos aquellos que por su condición apenada saben admirar mejor que nadie la belleza con los ojos del alma.